$100 millones por responsables de asonadas en el Huila

📸 Imagen cortesĂ­a: Andrea Puentes y Ovidio González – Presidencia de la RepĂşblica. Imagen de referencia
### ÂżTierra de nadie en Huila?

Un bloqueo, silencio y miedo.

En la madrugada del pasado fin de semana, en la zona rural de Belén, municipio de La Plata, Huila, se desató una asonada que dejó en vilo a las tropas militares y sembró dudas en la seguridad estatal.

Cerca de 500 civiles, presionados o manipulados por las disidencias de las FARC, cercaron a las fuerzas del Ejército que avanzaban en operaciones de control territorial. Fueron horas tensas en las que 74 soldados quedaron retenidos, sin poder actuar ni avanzar. El frente visible de este conflicto fue un muro humano que obligó a las tropas a replegarse y buscar refugio en vehículos particulares, un gesto que dejó al descubierto la fragilidad momentánea del orden institucional en la zona.

El Gobierno colombiano, a través del Ministerio de Defensa, reaccionó con firmeza. El ministro Pedro Sánchez calificó estos hechos como una acción “cobarde y desesperada” impulsada por alias “Popoche” y alias “Pinzas”, cabecillas de las disidencias que operan en Huila. Según las autoridades, estos líderes del conflicto armado habrían instrumentalizado a los civiles, incluidos mujeres, niños y campesinos, para obstaculizar las operaciones militares y judiciales. Esta estrategia, denuncian, convierte a la población en escudos humanos y erosiona la capacidad del Estado para imponer su autoridad.

La recompensa anunciada, hasta de 100 millones de pesos, busca incentivar la colaboraciĂłn ciudadana que permita desmantelar estas estructuras ilegales y llevar ante la justicia a los responsables. La presiĂłn no se limita a Huila: en La Macarena, Meta, un bloqueo similar evitĂł la captura de otro cabecilla, lo que evidencia la extensiĂłn y la complejidad de estas redes criminales y su influencia sobre comunidades enteras.

Las denuncias formales ya están en curso, y las instituciones encargadas investigan, con la ciudadanía mirando con escepticismo y esperanza. ¿Podrá el Estado colombiano avanzar con eficacia entre la intimidación y la violencia? La pregunta permanece mientras las sombras acechan las zonas rurales del país. La tensión no solo es territorial, sino profunda, social y humana. Y en medio del conflicto, quienes pagan el costo más alto siguen siendo los más vulnerables.

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