
Se cumple el primer mes desde los terremotos que afectaron gravemente a Turquía y Siria. Decenas de personas murieron y millones más siguen viéndose afectadas de muchas formas, la principal causa del sufrimiento de las familias para esta fecha no solo es la destrucción de sus hogares, sino el riesgo a la salud pública.
Siria lleva padeciendo más de una década de guerra civil e intervenciones extranjeras, por lo que un gran porcentaje de su población ya sabe lo que es enfrentarse a falta de recursos, enfermedades, redes hospitalarias colapsadas y tener que huir de sus tierras. El terremoto solo agravó más estas situaciones.
Los daños estructurales que dejó este evento causaron que los sistemas hídricos colapsaran en la región norte del país. Por efectos de la guerra, sectores de alcantarillado y de suministro de agua estaban ya destruidos. Ahora, se complica la salud pública de forma exponencial, pues hay riesgos latentes de que a los suministros llegue el agua contaminada, lo que expondría a las personas refugiadas a infecciones y enfermedades.
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La región de Alepo, por ejemplo, una de las más afectadas por los años de conflicto, también fue una de las más afectadas por este desastre natural. A pesar de eso, continúan llegando personas en busca de refugio, pues algunas ciudades más pequeñas quedaron devastadas por completo.
Funcionarios de la Organización de Naciones Unidas (ONU) advirtieron que hay albergues provisionales en Alepo en los que se pueden encontrar de cuatro a cinco familias hacinadas o zonas en las que se comparten siete baños entre 850 personas. Los riesgos para la salud pública de esta población tan golpeada preocupan.
Por otro lado, el Comité Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja piden a los grupos armados y al Gobierno cesar las actividades bélicas para prestar atención a los damnificados.