
El 13 de julio, un asteroide del tamaño de un rascacielos voló muy cerca de la Tierra, sorprendiendo a los científicos que no se percataron de su presencia hasta dos días después.
Esta roca espacial, denominada 2023 NT1, tenía aproximadamente 60 metros de ancho y se desplazaba a una velocidad estimada de 86,000 kilómetros por hora. Aunque viajaba velozmente, los telescopios terrestres no lograron detectarla debido al resplandor del sol.
Fue el 15 de julio cuando finalmente un telescopio en Sudáfrica, parte del sistema de alerta de impacto de asteroides (ATLAS), la identificó mientras escapaba de la zona de influencia terrestre.
El Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional, confirmó la detección del 2023 NT1 a través de varios telescopios ubicados en diferentes partes del mundo.

Aunque el asteroide se acercó más a la Tierra que a la Luna, un artículo publicado en la revista Live Science reveló que, a pesar de su tamaño comparable al de un edificio de 20 pisos, los científicos consideran que no representa un objeto potencialmente peligroso.
Tras calcular su trayectoria para la próxima década, los científicos concluyeron que no existe un riesgo inminente de impacto con nuestro planeta.
A pesar del constante monitoreo de más de 31,000 asteroides cercanos a la Tierra, existen otros cuerpos que pueden atravesar la zona cercana a nuestro planeta sin ser detectados debido al «punto ciego solar».
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Actualmente, la Agencia Espacial Europea (ESA) está llevando a cabo el proyecto de la misión NEOMIR, cuyo lanzamiento está programado para 2030. El objetivo de esta misión es instalar un satélite especializado que orbitará entre la Tierra y el Sol, con el fin de detectar grandes asteroides que puedan estar ocultos por el brillante resplandor del astro rey.
Con esta iniciativa, se busca aumentar la capacidad de detección y vigilancia de potenciales amenazas espaciales y mejorar la seguridad de nuestro planeta frente a posibles impactos.