Cortesía: D.R.A.
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¿El Siglo XVII en el Congreso Colombiano?
“Una reacción de la gente del siglo XVII tratando de construir esclavismo en Colombia.”
Bogotá, 27 de mayo de 2025. Durante el consejo de ministros celebrado este lunes, el presidente Gustavo Petro no ocultó su frustración ante la reciente votación en el Congreso, donde se rechazó avanzar en la propuesta de iniciar el recargo nocturno laboral desde las 6:00 p. m. La decisión final estableció el inicio de este recargo una hora más tarde, a las 7:00 p. m., dejando insatisfecho al mandatario y encendiendo un debate sobre derechos laborales y resistencias políticas.
La escena se desarrolló luego de que la Comisión Cuarta del Senado aprobara en tercer debate la reforma laboral con 13 votos favorables y apenas 2 en contra, en una sesión extenuante que se prolongó por más de diez horas. Entre los opositores se encontraron congresistas de partidos como Centro Democrático, Cambio Radical, Partido Conservador y Partido de La U. La reforma, capitaneada por la senadora Angélica Lozano, proponía pasar el inicio del horario nocturno —actualmente a las 9:00 p. m.— al comienzo de las 6:00 p. m. La solicitud nacía del propio presidente Petro, quien ha defendido con énfasis que ese es el horario donde concluye la jornada laboral real para muchos colombianos, y que negar el recargo desde esa hora implicaría un retroceso en la protección de los derechos laborales.
Sin embargo, el artículo finalmente aprobado por la comisión ajustó el recargo nocturno para que empezara a las 7:00 p. m. y se extendiera hasta las 6:00 a. m., adelantando la jornada en dos horas respecto a la legislación vigente, pero sin satisfacer plenamente la petición presidencial. Este cambio, que entrará en vigor seis meses después de la sanción de la ley, supone un paso hacia adelante aunque limitado. Además, se mantuvo el pago de recargos por trabajo dominical y festivo conforme al régimen anterior.
Ante este escenario, las palabras del presidente resonaron con fuerza: denunció que “la resistencia a reconocer este derecho” equivale a intentar “construir esclavismo en Colombia”. ¿Por qué esta reacción, en un país que ha vivido históricamente luchas por justicia social? La respuesta parece hallarse en una división profunda en el Congreso, donde fuerzas conservadoras temen que la ampliación del recargo represente un aumento en los costos para empleadores y una potencial amenaza para la flexibilidad laboral.
Las autoridades y analistas laborales señalan que el tema va más allá de un simple ajuste horario: refleja una tensión entre la modernización de los derechos laborales y la persistencia de modelos económicos que priorizan la reducción de costos, a veces a costa del trabajador. El país observa expectante si esta reforma será el inicio de una verdadera reivindicación para quienes, en la práctica, terminan su jornada mucho antes de las 9:00 p. m., y qué impacto tendrá esta paradoja en la calidad de vida y el respeto a la dignidad del trabajo.
En última instancia, la ciudadanía se pregunta: ¿podrá el Congreso colombiano abrirse a cambiar sin miedo una normativa que parece anclada en tiempos ya superados? Mientras la reforma avanza, la palabra final aún resuena en la memoria colectiva, una pregunta abierta que desafía a quienes deciden el futuro laboral del país.