Imagen Crédito: Óscar Pérez
Colombia en paro: voces y calles que no se detienen
Un país que se moviliza pide ser escuchado.
Este jueves 29 de mayo de 2025, Colombia vive la segunda jornada del Paro Nacional, una expresión contundente de las centrales obreras y múltiples organizaciones sociales que respaldan la propuesta de reforma laboral impulsada por el presidente Gustavo Petro.
En ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla, Armenia, Bucaramanga y Neiva, las calles se vuelven escenario de cortes intermitentes que trastornan la movilidad, especialmente en la capital, donde el sistema masivo de transporte TransMilenio reporta miles de usuarios afectados por cierres y demoras en sus recorridos principales.
Esta manifestación surge tras el reciente rechazo en el Congreso de la consulta popular que el Ejecutivo promovió para impulsar las reformas sociales que han marcado la agenda desde el inicio del mandato de Petro. En la línea de frente se encuentran sectores clave: la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Confederación General del Trabajo (CGT), la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) y la Confederación Democrática de Pensionados (CDP). Todos insisten en que la reforma es necesaria pero exigen que los canales de participación democrática no se diluyan ni ignoren las voces ciudadanas.
La Alcaldía de Bogotá dio cuenta de que, durante la primera jornada del paro el miércoles 28 de mayo, cerca de 1.800.000 personas resultaron afectadas por bloqueos en el sistema público de transporte. Aunque el día comenzó con una relativa normalidad, persistieron retrazos y alteraciones en puntos neurálgicos como el portal Américas, donde las protestas nocturnas obligaron a reubicar flotas y reconfigurar rutas. Desde temprano, las autoridades locales dispusieron operativos de seguridad para contener las tensiones y monitorear el desarrollo de las movilizaciones.
En esta movilización, Colombia no solo interrumpe su rutina, sino que también pone sobre la mesa preguntas que duelen y desafían: ¿cómo lograr cambios estructurales en medio de una democracia que parece cerrarse a la participación popular? ¿Podrán escucharse las necesidades reales del mundo laboral sin que el diálogo se reduzca a sombras partidistas? La calle habla y la incertidumbre persiste, mientras la nación busca enfilar un rumbo que respete tanto la urgencia del cambio como el imperativo del consenso.