Cortesía: Elon Musk / Nathan Laine—Bloomberg / D.R.A.
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Elon Musk y Donald Trump: ¿fin de un experimento?
Este miércoles 29 de mayo, desde Estados Unidos, se confirmó un giro inesperado en la relación entre el magnate tecnológico y el expresidente. Elon Musk anunció su renuncia oficial como “empleado especial” en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), órgano creado por Donald Trump para optimizar el gasto público.
Durante meses, Musk había encabezado esta misión con un discurso de austeridad y racionalización. Sin embargo, el desencuentro se consumó cuando el millonario criticó públicamente, en una entrevista grabada para CBS News, el reciente proyecto de ley fiscal impulsado por la administración republicana. Definió la iniciativa como un “megaproyecto de gasto inmenso” que incrementa el déficit presupuestario y socava los avances de su equipo.
El choque de visiones quedó claro en las palabras de Musk al referirse a la ley estrella de Trump: “Creo que un proyecto de ley puede ser grande o puede ser hermoso, pero no sé si puede ser ambas cosas”. Esta frase resume no solo su decepción, sino la fractura definitiva con el liderazgo republicano con el que inicialmente colaboró.
En su despedida, Musk agradeció a Trump la oportunidad, pero enfatizó que la misión del DOGE perdurará y debe convertirse en una filosofía permanente dentro del gobierno. Así, el hombre que quiso aplicar métodos empresariales a la Casa Blanca se retira entre el ruido y la controversia.
Su renuncia no solo marca el final de una etapa con tintes improvisados y llenos de contradicciones, sino que también plantea una pregunta inquietante: ¿puede realmente la eficiencia y la austeridad incorporarse a la compleja maquinaria estatal sin chocar con intereses y dinámicas políticas arraigadas? Por ahora, el silencio en torno a la continuidad del DOGE sugiere que la incertidumbre permanece. ¿Será Musk el primero de otros cambios por venir?
