Yo ni lo crié; yo ni lo escribí y ahora, yo ni lo convoqué

¿Quién para el paro y quién lo niega?

Una división palpable en el escenario político de Colombia. Este jueves 29 de mayo de 2025, en medio de las aglomeraciones que marcaron las principales ciudades del país, el presidente Gustavo Petro se deslindó públicamente de la convocatoria al paro nacional.

Las redes sociales se convirtieron en el canal de respuesta de Petro, quien, a través de su cuenta en X, negó de forma tajante cualquier implicación en la organización del movimiento. “Señores RCN Radio el Paro es convocado por las centrales obreras y la coordinadora popular. Dejen de desinformar”, escribió, aludiendo directamente a medios que lo señalaron como responsable de la protesta.

Esta precisión no se quedó en un simple desacuerdo, sino que llevó a una explicación más profunda sobre el concepto mismo de las protestas. En una respuesta al diario El Colombiano, Petro aclaró que “una huelga no es una manifestación. La convocatoria a la huelga no puede ser más que de las organizaciones trabajadoras. Las manifestaciones las puede convocar cualquier ciudadano(a), incluido el presidente”. Una distinción fundamental que busca separar la responsabilidad de la ejecución y el llamado a la protesta.

Respaldando esta postura, el ministro del Interior, Armando Benedetti, se sumó al discurso oficial al asegurar que “ninguno de nosotros podemos convocar a las huelgas”, reforzando así el distanciamiento del gobierno frente a la movilización social.

Sin embargo, esta explicación se produce en un contexto de **alta tensión política**: las Fuerzas Militares reportaron más de 200 actividades relacionadas con el paro convocado por las centrales obreras. La protesta surge en plena discusión de una controvertida reforma laboral impulsada por el Ejecutivo, la cual busca modificaciones profundas en las condiciones de trabajo y que ahora se encuentra en trámite para avanzar hacia su Plenaria.

El desmarque del presidente y su gabinete invita a reflexionar sobre las complejidades de una crisis social donde los actores oficiales rechazan su papel en un movimiento que, a pesar de su independencia formal, responde a un ambiente de descontento que tensa día a día la vida colectiva. ¿Podrá el diálogo político superar el vacío que parece abrir la incapacidad o la voluntad de asumir responsabilidades en medio de la protesta? Mientras tanto, las calles mantienen su voz irreductible.

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