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¿Piel en emergencia?
La piel, nuestra frontera con el mundo, ha dejado de ser invisible para la salud pública global. El 24 de mayo de 2025, en la solemne 78.ª Asamblea Mundial de la Salud en Ginebra, la Organización Mundial de la Salud, con una voz unánime, declaró a las enfermedades de la piel una **urgencia sanitaria mundial**. Fue un acto histórico que comprometió a los países miembros a transformar la manera en que estas patologías son atendidas.
Este reconocimiento no llega por capricho. Enfermedades olvidadas como la **lepra**, el **albinismo** y la **úlcera de Buruli** llevan años relegadas a cuestiones superficiales, consideradas más un problema estético que un verdadero impacto en la salud colectiva y el bienestar psicológico. La OMS denunció que estas dolencias, visibles y estigmatizadas, provocan discriminación y exclusión, especialmente en comunidades vulnerables como las de África Subsahariana, donde los recursos dermatológicos son escasos: menos de un especialista por millón de habitantes.
Las cifras son apabullantes. Cada año, se notifican cerca de 4.690 millones de nuevos casos de enfermedades cutáneas en todo el planeta. Según el Estudio sobre la Carga Global de Enfermedad, publicado por The Lancet y citado por la experta Jennifer Austin, estas enfermedades se cuentan entre las diez principales causas por las que la población busca atención médica. Y aunque la mayoría corresponde a solo diez diagnósticos frecuentes, la carencia de formación adecuada en atención primaria dificulta una respuesta efectiva.
La resolución aprobada no solo reclama la integración del manejo de estas enfermedades en la atención primaria, sino también un mejor sistema de diagnóstico, una formación reforzada para el personal sanitario y, crucialmente, una lucha contra el estigma social. ¿Llegará esta convocatoria de la OMS a derribar las paredes del silenciamiento y la exclusión? ¿Podrán los sistemas de salud afrontar este desafío con la urgencia que demanda?
La piel habla, y ahora clama por justicia sanitaria. La atención global acordó escucharla. Pero más allá de las palabras oficiales, el camino para convertir esta resolución en realidades palpables apenas comienza. El reto está en no olvidar que detrás de cada diagnóstico hay una historia, un rostro y una esperanza. ¿Podrá la comunidad internacional responder a esta llamada en tiempo y forma?