📸 Cortesía: Sofía Toscano / Colprensa
¿Justicia entre los escombros del olvido?En la mañana del miércoles 11 de junio de 2025, un juzgado de Turbo, Antioquia, despidió un capítulo oscuro de la historia reciente del país al condenar a Iván Márquez —nombre de guerra de Luciano Marín Arango, exjefe del secretariado de las Farc y líder actual de la disidencia Segunda Marquetalia— a 40 años de prisión. La sentencia establece su responsabilidad en el secuestro y asesinato del subteniente del Ejército Nacional Wargner Harbey Tapias Torres, episodios que tuvieron lugar en el mismo territorio antioqueño en 1997 y 2003 respectivamente. Todo comenzó el 28 de mayo de 1997 en la vereda El Limón, una vía entre Turbo y San Pedro de Urabá, cuando miembros de las desmovilizadas Farc instalaron un retén ilegal. Allí, el subteniente Tapias Torres fue detenido y trasladado a un campamento clandestino, donde ya se encontraban otros cautivos, entre ellos el entonces gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y su asesor de paz, Gilberto Echeverri. Este ambiente de injusticia y violencia sembró un vacío que marcaría años posteriores. El desenlace fatal se desencadenó el 5 de mayo de 2003, en medio de un operativo militar diseñado para rescatar a los secuestrados. Fue en este contexto que Iván Márquez, miembro entonces del máximo órgano de mando de las Farc, ordenó la ejecución de los retenidos, incluido el subteniente Tapias Torres. La Fiscalía General de la Nación sustentó esta acusación con un sólido cuerpo probatorio: testimonios de quienes presenciaron los hechos, pericias técnicas y otros elementos que revelaron su papel determinante en estos crímenes. La condena no solo pone en pausa décadas de impunidad sino que también evidencia un proceso que, aunque tardío, busca esclarecer las heridas que no dejan cicatrizar el tejido social. Movimiento que, sin embargo, no deslinda completamente las marcas profundas del conflicto ni apaga la incertidumbre respecto a la impunidad de otros responsables. Mientras tanto, la pregunta persiste: ¿podrán estas condenas iluminar caminos de verdad y reconciliación en un país aún fragmentado por la violencia? El tiempo y la justicia serán los que terminen por responder.