Requisitos para la ciudadanía Italiana

ITALIA CIERRA SUS PUERTAS: LA CIUDADANÍA YA NO SE HEREDA MÁS ALLÁ DEL ABUELO
Un cambio que sacude raíces y pasaportes.

Roma, 28 de marzo de 2025 – El gobierno italiano ha dado un giro inesperado en la manera de cortar el árbol genealógico para otorgar la ciudadanía. Desde hoy, solo quienes puedan probar que su padre o abuelo nació en Italia podrán aspirar al legítimo título de ciudadano italiano. La reforma, ratificada el 20 de mayo de 2025, excluye a bisnietos, tataranietos y ramas más lejanas que, hasta ahora, batallaban en papeles para lograr el reconocimiento.

La revisión tiene un propósito claro: evitar que la ciudadanía se diluya en una red interminable de descendientes que poco vínculo práctico mantienen con el país. Según el Ministerio de Asuntos Exteriores, los reconocimientos se dispararon un 40% en la última década, algo que el gobierno califica como un crecimiento insostenible. Antonio Tajani, ministro responsable, sentenció: la ciudadanía debe ser algo serio, no un trámite masivo.

Las nuevas reglas son tajantes. Solo el hijo o nieto de un italiano nacido en suelo italiano podrá dar inicio al proceso, siempre demostrando la filiación con documentos oficiales y verificables. Ya no bastará con mostrar un árbol genealógico detallado si la conexión recae en bisabuelos o antepasados aún más remotos.

Pero la restricción no termina allí. Se suman requisitos que pretenden reforzar el vínculo real entre el aspirante y la identidad italiana. La prueba de idioma se vuelve un filtro obligatorio: todo candidato debe aprobar un examen de italiano nivel B1, según el Marco Común Europeo de Referencia, aunque resida fuera de la península. Además, la documentación necesaria —actas de nacimiento, matrimonio, defunción— debe estar apostillada y traducida, garantizando la autenticidad de cada eslabón. Y como medida de seguridad, se exige la presentación de certificados penales para descartar antecedentes incompatibles con la nacionalidad.

Esta reforma, la más profunda en tres décadas, marca un hito en la relación entre Italia y sus descendientes en el extranjero. Pero a la par de asegurar un vínculo más palpable, despierta preguntas incómodas sobre la exclusión de generaciones que ven en la ciudadanía una forma de identidad y pertenencia cultural.

Ahora, la ciudadanía italiana queda encapsulada en un linaje más próximo y tangible. ¿Será esta una defensa legítima de un patrimonio nacional o un cerramiento que aleja a millones de italianos distribuidos por el mundo? La polémica recién comienza, mientras se abren y se cierran puertas tras el umbral de la sangre.

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