Petro incomoda a magistrados y jerarcas de la Iglesia con llegada tarde, referencias literarias y cuestionamiento a Cepeda

📸 Cortesía: Miguel Peñaloza / Presidencia
¿DIÁLOGO O DESENCUENTRO EN LA CURIA?
En la tarde del lunes 16 de junio de 2025, la Curia Arzobispal de Bogotá se convirtió en el escenario de una cita destinada a sanar heridas y tender puentes entre los poderes públicos de Colombia. Una reunión convocada por la Iglesia católica que prometía armonía y diálogo, pero que terminó reflejando las fracturas de un país en tensión.

El encuentro arrancó puntualmente a la 1:00 p.m. y reunió a los presidentes de las altas cortes, a jerarcas eclesiásticos y a las máximas autoridades del Congreso. La idea era clara: “desarmar la palabra” agresiva que ha polarizado la política colombiana. Sin embargo, a la cita le faltó algo esencial, la presencia oportuna del presidente Gustavo Petro, cuya llegada se retrasó hasta las 2:17 p.m. Según los asistentes y medios que cubrieron el evento, el mandatario se excusó atribuyendo el atraso a problemas en su transporte aéreo. Durante esa espera, el ambiente fue amable y se lograron acuerdos preliminares para moderar el discurso y avanzar hacia una declaración conjunta con el respaldo de la Conferencia Episcopal.

Pero la calma no duró. Con la entrada de Petro, el tono cambió radicalmente. En su intervención, el presidente evocó figuras literarias y se declaró el “último Aureliano” de la emblemática novela Cien años de soledad. No fue una simple ocurrencia; un símbolo para ilustrar su sentir de aislamiento frente a los poderes tradicionales. A esas instituciones, y a ciertos sectores empresariales, les endilgó el freno a sus reformas sociales y al progreso. Más aún, abrió la puerta a una Asamblea Constituyente como posible vía para superar los bloqueos y dar impulso a sus propuestas.

La tensión alcanzó su punto álgido cuando Efraín Cepeda, presidente del Senado, anunció su retiro para asumir la plenaria de esa cámara. Fue entonces cuando se produjo un cruce directo: Petro le cuestionó su salida, reprochándole una falta de respeto a la dinámica y a los acuerdos previos. Cepeda, en respuesta, se mantuvo firme, dejando en el aire un incómodo gesto de desconfianza que contrastó con la intención inicial de la reunión.

Este episodio, con la herida abierta de la llegada tardía y la confrontación pública, pone en evidencia los retos que enfrenta Colombia para superar la crispación política. Un intento de reconciliación que terminó revelando, nuevamente, el vacío de confianza entre los poderes. La Iglesia, como mediadora, intentó contener el malestar; sin embargo, la fractura persiste.

¿Será posible, en un futuro próximo, que la palabra vuelva a ser puente en lugar de muro? Por ahora, la Curia sigue siendo testigo de una tensión que no termina de desvanecerse.

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