📸 Cortesía: Policía Valle
¿QUIÉN DETIENE EL MIEDO EN TULUÁ?
El pasado 17 de junio de 2025, en la zona urbana de Tuluá, un nombre resonó entre los ecos de violencia que han azotado al municipio: alias Papas. La Policía Valle, en un operativo conjunto con la Fiscalía General de la Nación, logró aprehenderlo. Este hombre, señalado como líder armado y presunto sicario del grupo criminal La Inmaculada, simboliza el rostro más oscuro de la inseguridad local.
Detrás de alias Papas se teje una historia de terror: responsable de incendiar vehículos y comercios, de lanzar granadas en zonas residenciales, su accionar dejó un territorio marcado por el miedo y el caos. En el allanamiento que condujo a su captura, las autoridades decomisaron un artefacto explosivo de fabricación industrial, presuntamente destinado a perpetuar nuevos actos de violencia.
Pero la amenaza de Papas no se limita a la violencia armada. Su vínculo con la extorsión sistemática a comerciantes desnuda otro rostro de la tragedia social que vive Tuluá. Bajo presión y sufrimiento, empresarios han sido blanco de amenazas y homicidios para forzar el pago de exigencias económicas. Así lo contó la coronel Sandra Liliana Rodríguez, comandante de la Policía Valle, quien destacó que la captura representa un golpe significativo contra una estructura criminal que ha erosionado la tranquilidad ciudadana.
El pasado de Papas revela un orden criminal consolidado. Había integrado la banda Los Rastrojos, bajo el mando de alias Porrón, hoy condenado a 33 años de prisión. En aquellos días, Papas actuaba como sicario para oficinas de cobro, extendiendo la sombra del terror especialmente entre comerciantes y habitantes vulnerables.
Esta detención forma parte de la Operación Tuluá, un esfuerzo coordinado entre Policía, Ejército y Fiscalía para recuperar la seguridad en un municipio golpeado no solo por La Inmaculada, sino también por grupos como el Clan del Golfo. Hasta ahora, esta estrategia ha logrado capturar varios integrantes y desarticular tramas que parecían invisibles pero que sufrían de forma cotidiana cientos de ciudadanos.
Pero la incertidumbre permanece. ¿Será suficiente detener a un hombre para apagar el fuego de un sistema criminal que se enreda con la vida cotidiana? ¿Podrá Tuluá recuperar la voz y la calma en medio de tantas heridas? Las preguntas quedan flotando mientras la ciudad mira hacia el futuro, consciente de que la lucha contra la violencia apenas comienza.