Exalcalde Daniel Quintero criticó la Marcha del Silencio y acusa a la derecha de polarizar

📸 Cortesía: captura de pantalla X @QuinteroCalle
«`html¿SILENCIO O RUIDO DE ODIO?
Un domingo que pretendía ser de unidad se volvió escenario de polarización. El 15 de junio de 2025, más de veinte ciudades de Colombia se convocaron para la Marcha del Silencio, una respuesta ciudadana frente al creciente clima de violencia. Pero lo que debía ser un mensaje claro de condena a la violencia y defensa de la democracia terminó ensombrecido por profundas divisiones políticas.

La marcha, originada tras el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay el 7 de junio en Bogotá, reunió miles de personas en distintos puntos estratégicos del país. Su propósito era una manifestación pacífica y unitaria para expresar solidaridad nacional y rechazo a la violencia política que golpea la sociedad colombiana.

Sin embargo, las primeras horas del evento mostraron otro rostro. Las consignas dirigidas directamente contra el gobierno nacional comenzaron a hacerse visibles, transformando la movilización en un espacio cargado de confrontación y exclusión. Esta deriva no pasó desapercibida para figuras políticas y analistas.

En particular, Daniel Quintero, exalcalde de Medellín, alzó su voz crítica desde su cuenta en X. “A los minutos la habían convertido en la marcha del odio” denunció. Para Quintero, la derecha colombiana distorsionó el sentido original de la marcha, convirtiendo lo que debía ser una convocatoria por la unidad y la paz en un acto excluyente, polarizante y confrontacional contra el Gobierno Nacional.

En un video compartido junto a su mensaje, Quintero subrayó que la movilización, en lugar de ser un puente que uniera a la ciudadanía, se transformó en un espacio de división. Señaló además que ciertos sectores excluyeron a amplias fracciones del país, bajo amenazas veladas para restringir la participación de quienes no comulgaran con la derecha.

La Marcha del Silencio, nacida como un grito colectivo frente a la violencia, se encontró atrapada en las tensiones políticas que fracturan a Colombia. ¿Cómo una convocatoria pacífica pudo derivar en un escenario de confrontación? La respuesta parece residir en la capacidad de actores políticos para apropiarse de causas comunes y convertirlas en trincheras ideológicas.

Mientras la ciudadanía espera que estas divisiones no empañen el reclamo legítimo por paz y seguridad, la Marcha del Silencio deja una pregunta abierta: ¿podrá alguna vez Colombia movilizarse sin que sus propias heridas internas conviertan el silencio en un grito de discordia?

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