📸 Cortesía: Juan Diego Cano – Presidencia
¿DIPLOMACIA SIN REQUISITOS? EL GIRO QUE SACUDE LA REPUTACIÓN DE COLOMBIA
«No debe haber requisitos para nombrar embajadores y embajadoras de Colombia»
Este martes 17 de junio de 2025, en Bogotá, el presidente Gustavo Petro sorprendió al país con una orden que desmantela las bases de la diplomacia colombiana. En medio del consejo de ministros transmitido en vivo, el mandatario instruyó a la canciller Laura Sarabia eliminar cualquier requisito para el nombramiento de embajadores. “Cualquier hijo de obrero puede ser embajador, no les gusta, pues este es el Gobierno del cambio”, declaró con firmeza.
La medida, que contraviene la promesa electoral de profesionalizar la diplomacia, ha desatado una ola de críticas. Desde diferentes ámbitos – diplomáticos, políticos y académicos – su rechazo es enfático. Nueve excancilleres presentes en la llamada “casa de las relaciones exteriores” enviaron una misiva pública que advierte sobre el daño que podría ocasionar esta decisión. En ella se puntualiza que eliminando el dominio del inglés y la experiencia en relaciones internacionales se debilita la profesionalización del servicio exterior y se pone en riesgo la credibilidad de Colombia ante el mundo.
La reacción más contundente provino de la Asociación Diplomática y Consular de Colombia (Asodiplo). Su presidente, Julián Silva, expuso con vehemencia los peligros de esta nueva política: “La diplomacia es un oficio que exige años de experiencia, conocimientos técnicos y un manejo profundo de los organismos multilaterales, sus códigos y procedimientos. No es un cargo que se alcance por afinidad o amistad.”
Este anuncio no llega en un vacío. Se produce en un contexto donde la preocupación sobre nombramientos irregulares ya rondaba los pasillos de la diplomacia nacional. Recientemente, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca anuló el nombramiento de un embajador cuya designación no cumplía con los requisitos legales. La sentencia abrió una herida sobre la falta de criterios claros y estandarizados para estos cargos clave.
¿Qué significa entonces este viraje en la política exterior de Colombia? Más allá de un debate técnico, se abre una incógnita sobre el valor que se otorga a la profesionalidad frente al populismo, sobre la confianza erosionada en las instituciones que representan al país y, sobre todo, sobre cómo esta decisión impactará la voz y el prestigio de Colombia en el escenario mundial.
La ciudadanía, mientras tanto, mira con atención, consciente de que esta disputa no es solo de diplomáticos, sino una batalla simbólica por el respeto y la fortaleza institucional. ¿Podrá el Gobierno sostener este cambio sin fracturar la credibilidad ganada durante años?