21 de junio: Solsticio de verano y Día Internacional del Yoga, una conexión entre el cosmos y el bienestar

VERANO, SOL Y YOGA: UNA DANZA ANCESTRAL BAJO EL SOLSTICIO
Un día de luz eterna y encuentro

El pasado 21 de junio de 2025, el hemisferio norte se detuvo a contemplar dos eventos que entrelazan naturaleza y espíritu con hilos milenarios: el solsticio de verano y el Día Internacional del Yoga. Esa jornada, que ofrece la más larga caricia de sol del año, resonó en parques, calles y plazas como un llamado a la renovación física y mental.

En la madrugada de ese sábado, exactamente a las 2:42 a. m. UTC —las 9:42 p. m. del viernes 20 en Colombia— el Sol alcanzó su máxima declinación hacia el norte, bañando con hasta quince horas de luz las tierras del hemisferio norte. Un fenómeno que no solo mide el tiempo, sino que desde tiempos remotos simboliza fertilidad, plenitud y el ciclo infinito de la vida.

Paralelamente, y desde 2015, este mismo día vibra con la fuerza de una práctica milenaria: el yoga. Impulsado por la Asamblea General de Naciones Unidas a raíz de una propuesta del primer ministro de India, Narendra Modi, el Día Internacional del Yoga fue concebido para sembrar salud, armonía y conciencia global en medio de un mundo siempre al borde del ruido y la desconexión.

Desde Bogotá hasta Nueva York, miles acudieron a espacios abiertos, jardines y centros comunitarios para conectar cuerpo y mente bajo el signo del sol. En la emblemática Times Square, la ciudad que nunca duerme abrió sus brazos: un santuario urbano donde miles celebraron ese equilibrio sagrado, practicando yoga desde el alba en un gesto colectivo que, acaso, busca reconciliar al hombre con la naturaleza.

¿Por qué combinar estas dos celebraciones? Porque ambas invitan a una pausa profunda frente al calendario y el bullicio cotidiano. El solsticio persiste como un faro ancestral que nos recuerda el ritmo del cosmos; el yoga, una herramienta para explorar el propio universo interior. Juntos, evocan no solo el arte de vivir, sino la urgencia de reencontrar el equilibrio en tiempos inciertos.

En definitiva, aquella doble efeméride fue mucho más que luz y movimiento. Fue un ritual contemporáneo que, sobrio y solemne, interroga: ¿seremos capaces de vivir en sintonía con el ciclo natural que gobierna, también, el pulso de nuestro cuerpo y alma?

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