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«`html¿DEPRESIÓN, EL SILENCIO QUE DUELE EN COLOMBIA?
En la silenciosa lucha interior que vive gran parte del país, la depresión se abre paso como una sombra persistente e invisible. Este 2025, Colombia enfrenta una realidad que no puede soslayar: cerca del 4,7% de su población, es decir, aproximadamente 2,4 millones de personas, batalla cada día con este trastorno que trastoca no solo emociones sino vidas enteras.
Así lo revelan las cifras recientes del Ministerio de Salud de Colombia y la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el evento Polifonías para el abordaje de la depresión, realizado en Bogotá este enero, se destacó que la depresión no es solo un aspecto privado ni aislado: representa el 1,6% de los años de vida saludable perdidos en el país, afectando también a las familias, el trabajo y el tejido social.
¿Por qué esta sombra pesa tanto? La depresión es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, un dato alarmante que subraya la urgencia de atenderla. Sin embargo, la mayoría de quienes la padecen están atrapados en un limbo: solo el 38,5% busca ayuda profesional y apenas un 20% recibe tratamiento especializado. Estas cifras provienen de la reciente Encuesta Nacional de Salud Mental, que desnuda la barrera entre el sufrimiento y la atención que los sistemas aún no logran superar.
Pero, ¿qué distingue la tristeza común de esa opresión que se llama depresión clínica? Los expertos insisten en las señales: agotamiento constante, insomnio persistente, falta de interés en lo que antes importaba, sentimientos de desesperanza y cambios en el apetito. Reconocer estas señales es fundamental. No se trata de un mal momento pasajero, sino de un trastorno que requiere intervención y acompañamiento.
¿Cómo avanzar entonces? Los especialistas apuntan a la necesidad de romper el silencio, facilitar el acceso a atención de calidad y fortalecer estrategias de prevención a lo largo y ancho de Colombia. La ciudadanía, las instituciones y el sistema de salud están convocados a un compromiso urgente para que el dolor deje de ser invisible y se transforme en esperanza tangible.
Esta batalla, que atraviesa hogares y generaciones, es también un llamado a la reflexión: ¿cómo construir un país que cuide la salud mental de su gente antes de que el silencio se vuelva irremediable?
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