Miguel Uribe Turbay se recupera tras cirugía de 7 horas, confirma su esposa María Claudia Tarazona agradeciendo a médicos y a Dios

📸 Cortesía: tomada de redes sociales
UN PASO DOLIENTE EN LA SENDA DE LA ESPERANZA
Este viernes 27 de junio de 2025, en la Fundación Santa Fe de Bogotá, la batalla por la vida del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay tomó un giro delicado, marcado por una cirugía compleja que duró cerca de siete horas.

El episodio que condujo a esta intervención alcanza raíces profundas. El pasado 7 de junio, durante un acto político en el barrio Modelia de Bogotá, Uribe Turbay fue víctima de un intento de homicidio cuando recibió dos disparos en la cabeza y uno en la pierna izquierda. Desde entonces, su estado de salud ha sido reservado, con un camino plagado de cirugías y cuidados intensivos para enfrentar las secuelas de tanta violencia.

La voz que ha mantenido a la opinión pública al tanto del drama familiar ha sido la de su esposa, María Claudia Tarazona. A través de mensajes en su cuenta de Instagram, ha expresado gratitud al equipo médico y a quienes han acompañado a su familia en este duro trance. Tras la operación realizada el 27 de junio, escribió con emotividad: Con mucha alegría en el corazón le doy gracias a todos los médicos que intervinieron en su cirugía, nuestros héroes. Hoy dimos un paso más en su recuperación. Gracias por construir este camino juntos. Gracias a cada uno de ustedes, especialmente gracias a Dios y a la Virgen María.

Este acto quirúrgico, lejos de ser un mero procedimiento técnico, simboliza la persistencia de un hombre y su entorno frente a la adversidad. Mientras las heridas todavía conmueven el espíritu colectivo, la atención puesta en su restablecimiento revela una herida abierta en la política y en la sociedad colombiana, donde la violencia no cede terreno y la esperanza se teje con hilos frágiles.

La pregunta que queda flotando en el aire no es solo cuándo Uribe Turbay volverá a la arena pública, sino cómo esta violencia impactará en el debate político y social. Mientras tanto, Bogotá observa y acompaña ese frágil pulso que late entre la incertidumbre y el deseo de sanación.

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