Calor extremo en Europa genera crisis sanitaria

📸 Cortesía: Canva
¿Verano en llamas?

Este viernes 4 de julio de 2025, el sur de Europa arde bajo un sol implacable que ha convertido la región en un escenario de emergencia sanitaria y ambiental.

Desde el pasado fin de semana, una ola de calor extrema ha impuesto temperaturas superiores a los 40 °C en España, Italia, Francia, Portugal y hasta el Reino Unido. Las cifras son implacables: más de cien muertes en España en solo cuatro días, cientos de hospitalizaciones, escuelas cerradas y monumentos emblemáticos clausurados mientras el aire arde y los incendios consumen vastas áreas, particularmente en Cataluña. Un anticiclón africano y una inquebrantable cúpula de alta presión han atrapado el aire caliente, desatando esta crisis sin precedentes.

España, donde la Agencia Estatal de Meteorología contabiliza 102 fallecidos desde el fin de semana más 380 solo en junio, enfrenta no solo una cifra que evoca años de historia climática, sino el peso de una región saturada de calor. Italia, con sus propios lamentos, registra la muerte de un obrero en Emilia Romaña y dos turistas en Cerdeña; en Francia, la tragedia tocó incluso a una niña estadounidense de diez años, víctima de un golpe de calor en Versalles. Más de 1.300 escuelas francesas suspendieron sus clases, ecos de una catástrofe que afecta también a la infancia y juventud.

Las autoridades, conscientes de esta amenaza inminente, han endurecido las medidas de protección: cierre parcial de la Torre Eiffel y escuelas en Francia, prohibición de trabajos al aire libre en Italia durante las horas críticas, mientras Alemania habilita “espacios frescos” para sus ciudadanos más vulnerables, desde ancianos hasta personas con enfermedades crónicas. Un mosaico de respuestas que refleja el desafío, aunque aún parece insuficiente frente a la magnitud del fenómeno.

No solo la salud está en peligro. El calor ha desatado incendios devastadores que arrasan bosques y ponen en jaque a la gestión ambiental. Cataluña vive horas críticas ante esos fuegos que dibujan un verano pintado de rojo, un recordatorio crudo de la fragilidad del equilibrio natural.

¿Podrán las instituciones europeas detener esta vorágine climática antes de que el calor consuma no solo vidas, sino la esperanza de un continente que se enfrenta cada vez más a la evidencia irreversible del cambio climático? Mientras tanto, el sol no descansa y la cuenta de víctimas y daños continúa creciendo, provocando una incertidumbre que, como el calor, se resiste a disiparse.

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