Incendio en maderera de Medellín fue provocado para encubrir un asesinato, revela Fiscalía

📸 Cortesía: X @FicoGutierrez
¿Fuego para borrar un crimen?

En la noche del 5 de marzo, el corazón del Barrio Triste en Medellín se encendió en llamas. Una maderera, faro de trabajo y rutina para muchos, se convirtió en escenario de una tragedia silenciada por el fuego.

A eso de las 7:00 p.m., gritos de alarma resonaron entre comerciantes y vecinos que vieron cómo un resplandor intenso devoraba el establecimiento. En cuestión de minutos, la ciudad movilizó a sus guardianes: 35 bomberos con nueve máquinas, un centenar de policías y agentes de la Secretaría de Movilidad se enfrentaron al incendio que amenazaba con extenderse y consumir más que madera. La batalla contra las llamas duró más de cuatro horas y reveló un secreto que estremeció a todos.

Entre los escombros, apareció el cuerpo sin vida de Francisco Javier López Atehortúa, un vigilante nocturno de 65 años conocido por su diligencia y compromiso. La apariencia inicial señalaba al incendio como la causa fatal. Pero la ciencia forense, con su voz fría e incuestionable, dijo otra cosa: múltiples heridas contundentes revelaban que Francisco no murió por inhalación de humo, sino por un acto de violencia brutal. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué?

La Fiscalía General de la Nación determinó que el vigilante fue asesinado durante un robo. Varios delincuentes ingresaron al local con la intención de llevarse el dinero que se almacenaba allí. Al ser confrontados por Francisco, decidieron arrebatarle la vida y, para borrar evidencia y dificultar las investigaciones, prendieron fuego a la maderera. La naturaleza inflamable del lugar fue la aliada perfecta para que las llamas avancaran rápidamente, cubriendo tal vez no solo el mobiliario, sino también la verdad.

Este incendio no fue accidente ni fatalidad; fue la cortina inflamable detrás de un asesinato que interpela a la justicia y a la sociedad. Mientras las investigaciones avanzan y los responsables aún están prófugos, queda abierta la herida en el barrio y la pregunta que nadie quiere responder con certeza: ¿podrá la ley encontrar luz en medio de este humo y dolor?

Así, la noche del 5 de marzo no solo quemó madera, sino también la seguridad y la tranquilidad de un vecindario que ahora mira con recelo cada sombra al caer el sol. La memoria de Francisco Javier, vigilante y víctima, exige respuestas que el fuego intentó borrar pero no pudo apagar.

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