«Estamos con el pueblo colombiano amante de la libertad, no con el matón narcoterrorista socialista que vive en la Casa de Nariño”: Carlos Giménez, congresista de Estados Unidos, a Petro

📸 Cortesía: X @RepCarlos / Presidencia
¿Diplomacia en jaque?

En la madrugada del 2 de julio de 2025, un duro comentario del congresista republicano Carlos Giménez sacudió las frágiles relaciones entre Estados Unidos y Colombia. Desde la red social X, Giménez calificó al presidente Gustavo Petro como un “matón narcoterrorista socialista”, palabras que tensaron aún más un escenario diplomático ya convulso.

Giménez, representante por Florida, lanzó sus acusaciones en medio de la reciente decisión de la Casa Blanca de llamar a consultas a John T. McNamara, encargado de negocios interino en Bogotá, tras lo que definieron como “declaraciones infundadas” de altos funcionarios colombianos. Según Giménez, Petro no solo adopta una postura hostil hacia Washington, sino que se encuentra vinculado al narcotráfico y al terrorismo — una afirmación que no solo carece de pruebas evidentes, sino que también generó un rechazo inmediato desde Bogotá.

La respuesta oficial colombiana no se hizo esperar. La Presidencia tildó las palabras del congresista como “calumniosas e injuriosas”, insistiendo que ese insulto es una afrenta no solo personal, sino a la dignidad nacional. Armando Benedetti, ministro del Interior, reclamó en redes sociales un debate basado en respeto y cuestionó el trasfondo ideológico detrás del mensaje de Giménez, sugiriendo un apoyo velado a posturas antidemocráticas que ponen en riesgo la estabilidad institucional colombiana.

Este episodio pone en evidencia la delicadeza de las relaciones bilaterales, marcadas por desconfianzas y una comunicación cada vez más fracturada. ¿Qué significado tiene el uso de un lenguaje tan beligerante en un diálogo que debería buscar soluciones conjuntas? La ciudadanía colombiana y la opinión pública internacional miran con inquietud hacia un futuro diplomático que aparenta más sombras que luces.

¿Podrá la política superar el ruido de las palabras para restablecer puentes, o estamos ante un capítulo más de una disputa que erosiona la confianza entre dos naciones clave en la región? Por ahora, la tensión persiste, y el rostro humano detrás de la crisis asoma en el paisaje político, donde la dignidad y la soberanía rara vez encuentran un respiro.

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