📸 Cortesía: Presidencia
¿Elecciones a prueba?
Este jueves 10 de julio de 2025, en Bogotá, el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, lanzó una declaración firme y sin fisuras: el calendario electoral de Colombia para 2026 no sufrirá ningún aplazamiento.
Sánchez negó de manera categórica cualquier posibilidad de posponer las elecciones presidenciales previstas para el próximo año. Frente a crecientes rumores que circulan en ámbitos políticos y sociales, el funcionario aseguró que estos comicios se celebrarán estrictamente según lo estipulado por la Constitución y la ley. “Jamás. Las elecciones del 2026 se van a realizar acorde al cronograma electoral, acorde a lo que dice la Constitución y la ley”, subrayó ante la prensa, recordando que la Fuerza Pública tiene la misión ineludible de garantizar el orden constitucional sin dejar espacio a interpretaciones políticas o especulativas.
Este pronunciamiento no es casual. Colombia atraviesa un momento delicado, donde ciertas voces siembran incertidumbre sobre la estabilidad institucional y la posibilidad de alteraciones en el proceso electoral. Sánchez anticipó que no hay justificación legal alguna que permita modificar o postergar la cita con las urnas y exhortó a la ciudadanía a confiar en las instituciones y en la función de las Fuerzas Armadas como guardianas de la democracia. “El respeto por los tiempos electorales no es negociable”, enfatizó.
Sin embargo, el panorama no está exento de sombras. El ministro reconoció que alrededor del 24 % del territorio nacional registra condiciones de inseguridad que podrían complicar la logística electoral. Regiones como el cañón del río Micay, el Catatumbo y el sur de Bolívar permanecen marcadas por conflictos y amenazas que históricamente erosionan la normalidad cívica. En estos territorios, la pregunta sobre cómo se garantizará la participación y la seguridad se vuelve más apremiante.
¿Podrán entonces las elecciones de 2026 desplegarse sin tropiezos en un país donde la violencia aún deja marcas profundas? Mientras tanto, la certeza política y el compromiso institucional parecen querer despejar las dudas, pero la ciudadanía observa con atención, consciente de que la democracia se juega no solo en los papeles, sino en el pulso cotidiano de una nación en busca de estabilidad y legitimidad.