📸 Cortesía: RCP Radio Lorica
[ARROZ EN LA CUERDA FLOJA]
Un lunes de crisis rural.
El 14 de julio de 2025, desde las primeras horas de la mañana, las tierras arrocera colombianas emitieron un grito contenido: un paro nacional empieza a paralizar las vías y a tensar las cadenas de alimentación del país.
Los productores de arroz de al menos ocho departamentos del país —entre ellos Tolima, Huila, Córdoba, Meta y Casanare— llevan varios días alternando bloqueos intermitentes en arterias vitales como la carretera al Llano, la Neiva–Saldaña, y la doble calzada Lorica–Cereté. Su reclamo: precios del arroz paddy verde que oscilan entre $205.000 y $220.000 por carga de 125 kilos, muy por encima de los valores actuales que ni siquiera cubren los costos de producción. La escalada de precios en insumos, arrendamientos y logística ha erosionado su capacidad para sostener la siembra.
La protesta se ha institucionalizado con un mecanismo puntual: cierres de seis horas seguidos de breves aperturas al tránsito, que paralizan la movilidad y hacen tambalear las esperanzas del abastecimiento nacional justo en plena cosecha. Este paro no es solo un reclamo económico; es el resultado de años de desencuentros con un Gobierno que en marzo suscribió acuerdos que hoy los arroceros sienten incumplidos.
“La situación es insostenible. Si esto sigue, la ruina no será solo para el productor, también para el país”, afirma uno de los voceros regionales, reflejando un sentimiento que ha cruzado fronteras departamentales. Mientras tanto, el Ministerio de Agricultura estudia medidas urgentes: controles de precios e incentivos económicos que puedan apagar este fuego silencioso y garantizar los suministros alimentarios.
En este pulso del campo contra la política, se asoma una pregunta inquietante: ¿Se logrará la estabilización de un sector que, aunque vital, queda a merced de las negociaciones y de los vaivenes internacionales? La revisión del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos se cuela en el debate, junto con peticiones de subsidios y créditos, como parte de la compleja red que ata a los campos colombianos en esta lucha.
La ciudadanía, mientras tanto, observa con ansiedad cómo bloqueos y paros más que cifras y discursos, afectan lo más básico: el plato diario. ¿Podrá la lealtad al campo superar esta encrucijada sin desbordar la crisis hacia otros rincones de la sociedad colombiana? Por ahora, el arroz se convierte en símbolo de una ruralidad que exige ser escuchada con sentido y urgencia.