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¿Bloqueo que desborda fronteras?
Este lunes 14 de julio de 2025, Colombia amaneció con un paisaje de vías bloqueadas y miles de camiones detenidos. El paro nacional arrocero, un pulso que se extiende entre ocho departamentos, pone en jaque a un sector vital para la movilidad y la economía del país.
Más de 12.000 vehículos de carga quedaron atrapados en puntos neurálgicos de Tolima, Huila, Meta, Casanare, Córdoba, Sucre, Arauca y Guaviare. El efecto es inmediato y devastador: pérdidas diarias calculadas en más de 2.500 millones de pesos para los transportadores. La protesta, sincronizada y férrea, combina cierres viales de seis horas con pausas de apenas una, un mecanismo que, lejos de ser temporal, ha profundizado el caos en las carreteras principales como la vía Bogotá–Villavicencio, la Bogotá–Ibagué y corredores estratégicos que conectan el centro con la costa Caribe.
Detrás de esta movilización están los cultivadores de arroz que reclaman al Gobierno Nacional por el incumplimiento del “Acuerdo de Chicoral”, rubricado en marzo pasado con la promesa de alivios financieros y mecanismos claros para ajustar los precios del grano. Sin embargo, la realidad en el campo es otra: precios por debajo del costo de producción, cuya escalada responde al aumento imparable de insumos y servicios. A esto se suma un inventario nacional que alcanza las 534.000 toneladas, un 67% por encima del promedio de la última década, una sobreoferta que hunde aún más los precios y ahoga al productor.

Arnulfo Cuervo, presidente de Fedetranscarga, ha sido el portavoz de un sector al borde del colapso. “Estamos ante una crisis sin precedentes que erosionan no solo nuestras finanzas, sino la cadena logística del país”, advierte. La tensión no solo es económica: alarma creciente frente al riesgo real de desabastecimiento de combustibles y alimentos en regiones afectadas, donde el cerco se siente en la vida diaria de miles.
La ciudadanía observa, expectante, mientras las autoridades se encuentran en una encrucijada. ¿Podrá este conflicto resolverse sin que la fractura se ahonde en el corazón mismo de la movilidad y la producción nacional? Mientras tanto, las carreteras y la economía esperan que los ecos del reclamo no se diluyan en promesas incumplidas ni en la prolongación de un bloqueo que parece no tener final cercano.