Noboa le responde a Petro.

📸 Imagen cortesía
¿Fronteras cerradas, ¿vida partida?

Este lunes 28 de julio de 2025, la deportación masiva de presos colombianos desde Ecuador encendió una nueva polémica diplomática en la frontera norte del país.

El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, anunció la expulsión de cerca de 1.000 ciudadanos colombianos privados de libertad, decisión que se ejecutó desde el viernes 25 en el puente internacional de Rumichaca, nexo histórico entre ambas naciones. Durante dos días, 603 presos fueron transportados fuera de Ecuador, buscando aliviar la presión sobre un sistema penitenciario que, según las autoridades locales, ya no puede sostener el peso de una población carcelaria crecientemente extranjera.

Noboa justificó la medida con argumentos legales y sociales: los protocolos internacionales priorizan el acceso a servicios básicos como la salud para los presos foráneos, revirtiendo así el orden esperado frente a la población local. “Un preso extranjero tiene prioridad, por ejemplo, en salud, sobre un joven ecuatoriano de 20 años”, señaló el mandatario, subrayando el impacto que esta realidad provoca en la sociedad ecuatoriana. Además, el gobierno impuso una prohibición de 40 años para cualquier intento de ingreso por parte de estos deportados.

La respuesta no se hizo esperar. El presidente colombiano, Gustavo Petro, reaccionó con dureza a través de sus redes sociales, calificando la política ecuatoriana como “fascista” y denunciando un trato inhumano hacia sus compatriotas. Su mensaje llamó a una visión de integración regional y recordó el tejido común que une a ambos países, antes de eliminar algunos de sus comentarios más críticos en un intento por bajar la tensión.

Este episodio, más allá de una disputa bilateral, desvela una crisis más profunda: el choque entre soberanía nacional y derechos humanos, la presión sobre sistemas públicos saturados y la fragilidad de la cooperación entre naciones hermanas. La exclusión prolongada, la movilidad limitada y la etiqueta de «amenaza» colocan a estas personas en un limbo vital que replantea qué significa realmente proteger a una sociedad sin sacrificar el respeto básico a la dignidad humana.

¿Podrá la diplomacia encontrar un punto medio para que las fronteras no se conviertan en muros infranqueables que condenen a vidas divididas? Mientras tanto, el puente de Rumichaca queda, una vez más, en pausa, expectante y silencioso.

Comparte en tus redes sociales

0 0 Votos
Puntua este contenido
Suscribir
Notificar de
guest
0 Comentarios
Más antiguo
Lo más nuevo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios