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¡Vientos de furia en Brasil!
Este lunes 28 de julio de 2025, el litoral centro y sur de Brasil aún llora las heridas abiertas por un ciclón extratropical de intensa magnitud.
Desde la noche del domingo 27, los vientos rugían con fuerza implacable, alcanzando ráfagas superiores a 120 km/h, azotando con brutalidad el estado de Río Grande do Sul y extendiéndose hasta la región de Porto Alegre y sus ciudades costeras. Olas gigantescas, de hasta cuatro metros de altura, se estrellaron contra las playas, desbordando el mar hacia las calles y dejando un rastro de destrucción pocas veces visto en estos lares. El estado de calamidad fue declarando en Capão da Canoa, epicentro del desastre, donde casas derrumbadas y techos arrancados dibujaban un paisaje desolador. Imbé, Balneário Pinhal y Cidreira, entre otros municipios, sufrieron daños similares: calles bloqueadas por árboles y postes caídos, garajes colapsados y poblaciones sumidas en la oscuridad tras masivos cortes en el suministro eléctrico.

El fenómeno —un ciclón extratropical generado por la fusión de varios sistemas de baja presión y el calentamiento anómalo de las aguas superficiales del Atlántico— no es habitual en esta época del año. Su formación fuera de la zona tropical sorprendió a autoridades y ciudadanos, que se vieron sobrepasados por la inclemencia del clima y la rapidez de la tormenta. “Estas condiciones atípicas amplificaron la intensidad del ciclón, produciendo vientos y marejadas de una violencia extraordinaria”, explicó MetSul Meteorología, que monitoreó el avance de la tormenta.
La tragedia humana es profunda: al menos 47 personas han perdido la vida y decenas de municipios costeros viven en estado de emergencia, con evacuaciones preventivas y la tarea urgente de reconstruir lo que las olas y el viento se llevaron en pocas horas. Mientras tanto, la memoria colectiva se ve amenazada por la vorágine, y la pregunta queda en el aire: ¿está la región preparada para enfrentar un cambio climático que multiplica eventos climáticos extremos y erosiona estructuras sociales y naturales?
La costa brasileña, que hoy se levanta entre escombros y desaliento, abre un capítulo donde la fuerza implacable de la naturaleza nos obliga a reflexionar sobre la fragilidad de nuestro territorio y la urgente necesidad de políticas efectivas de adaptación y prevención. ¿Podrán las autoridades aprender esta amarga lección antes que la próxima tormenta vuelva a rendir sus dominios?