📸 Imagen cortesía X @presidenciaperu
¿Frontera en calma o tensión latente?
El jueves 7 de agosto de 2025, desde tierras lejanas en Japón, la presidenta de Perú, Dina Boluarte, alzó su voz para despejar dudas que desde Bogotá comienzan a sembrar incertidumbre. Respondía así a las acusaciones del presidente colombiano, Gustavo Petro, quien minutos antes había denunciado una supuesta “apropiación” por parte de Perú de la isla Santa Rosa de Loreto, una zona estratégica en la triple frontera con Brasil.
La frontera, marcada históricamente por tratados centenarios, parecía firme, pero las palabras de Petro volvieron a ponerla en tela de juicio. El presidente colombiano sostiene que al convertir Santa Rosa de Loreto en distrito, Perú ha tomado una decisión unilateral que ignora reclamos pendientes. Según Petro, la isla emergió tras la firma de acuerdos a lo largo del siglo XX, y por ello reclamaba nuevas consultas bilaterales para definir soberanías.
Desde Lima, Boluarte fue tajante: no hay espacio para dudas ni pleitos territoriales. Apoyada en documentos como el Tratado Salomón-Lozano de 1922 y el Protocolo de Río de Janeiro de 1934, enfatizó que esas tierras son indiscutiblemente peruanas, señal clara de que los límites están establecidos y respetados. En paralelo, el primer ministro Eduardo Arana llegó a Santa Rosa de Loreto para supervisar servicios públicos y reafirmar la posición del gobierno, calificando las acusaciones colombianas como carentes de fundamento.
Pero, más allá del protocolo y las declaraciones oficiales, esta disputa revela las tensiones latentes en una región donde la historia, la geografía y la política se cruzan con las esperanzas y el bienestar de comunidades olvidadas en la triple frontera. ¿Es acaso esta controversia un simple malentendido diplomático o el reflejo de inquietudes mayores sobre el control y desarrollo de estas zonas remotas?
Mientras tanto, el diálogo parece ser la única vía para evitar que la frontera, estable en los papeles, se convierta en un nuevo frente de discordia entre dos vecinos que comparten más que un límite en el mapa. ¿Podrán los tratados de ayer contener las dudas de hoy?