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## ¿Dolor que se repite?
En la sobriedad solemne de la Catedral Primada de Bogotá, este miércoles 13 de agosto de 2025, la ciudad se congregó para despedir al senador Miguel Uribe Turbay, víctima de un atentado que truncó sus sueños y los de un país avizor.
El evento que reunió a familiares, amigos y líderes políticos comenzó dos días antes con una cámara ardiente instalada en el Capitolio Nacional. Allí, la memoria del joven político, aspirante presidencial por el Centro Democrático, fue honrada con respeto y consternación. El féretro atravesó luego el altar mayor de la Catedral, donde el cardenal Luis José Rueda Aparicio ofició la misa fúnebre, para concluir en el Cementerio Central, lugar de reposo de muchas figuras que marcaron la historia nacional.
Todo empezó el 7 de junio, en una jornada de campaña en el occidente de Bogotá, donde Uribe Turbay fue blanco de un ataque mientras se presentaba ante el pueblo. A pesar de contar con escoltas, recibió varios impactos de bala, dos de ellos letales en la cabeza, que lo mantuvieron en estado crítico por más de dos meses en la Fundación Santa Fe. Su muerte en la madrugada del 11 de agosto confirmó la tragedia que destroza familias y desafía la seguridad ciudadana. La justicia informó la captura de un menor de 14 años como posible autor material y la detención del presunto coordinador del crimen, en un proceso cuya investigación aún debe esclarecer responsabilidades.
En el acto de despedida, las palabras de su padre, el también político Miguel Uribe Londoño, resonaron con una mezcla de duelo y fortaleza. “Serás papá y mamá así como yo, hace 34 años”, dijo, evocando la memoria de Diana Turbay, su esposa periodista, asesinada en 1991 durante un intento fallido de rescate. Esa frase no solo recordó el pasado ni la herencia de dolor, sino también la inquebrantable voluntad de continuar, de cuidar y proteger la vida aun cuando esta se ha visto truncada por violencia y magnicidios.
Este hecho no es sino un trazo más en el lienzo sangriento de la política nacional donde las amenazas se convierten en balas y el silencio en miedo. La comunidad espera que las investigaciones avancen sin dilaciones y que el país reconozca el peso que la violencia ejerce sobre la democracia. El vacío que deja Uribe Turbay es, al fin, una pregunta abierta a todos: ¿cómo podrá un país construir futuro cuando quienes lo lideran enfrentan peligros tan inmediatos?
Mientras tanto, Bogotá y Colombia lloran, recordando que la historia del 7 de junio se tiñó de sangre y que la despedida del 13 de agosto dejó, además de cuerpos, un eco de incertidumbre y reflexión. ¿Será posible sanar las heridas sin que vuelvan a abrirse? ¿Podrá la justicia esclarecer todos los hilos que rodean esta tragedia? Solo el tiempo dará respuestas, mientras el país intenta recomponerse del golpe.