📸 Imagen cortesía D.R.A
¿Ausencia pactada o silencio prudente?
Este miércoles 13 de agosto de 2025, en la solemne Catedral Primada de Bogotá, se celebraron las exequias del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Sin embargo, la notable ausencia del Gobierno Nacional no pasó inadvertida.
Miguel Uribe Turbay, figura emblemática del Centro Democrático, falleció el 11 de agosto luego de más de dos meses hospitalizado tras el atentado a bala del pasado 7 de junio en Fontibón, Bogotá. Un acto brutal que la Fiscalía calificó como «magnicidio», y que sacudió a la sociedad colombiana, dejando una herida abierta en vísperas de las cruciales elecciones presidenciales de 2026.
La familia Uribe Turbay fue clara y enfática: rechazaron de manera tajante la presencia oficial en las honras fúnebres. Esta voluntad, comunicada a las autoridades, fue respetada tanto por el presidente Gustavo Petro como por la vicepresidenta Francia Márquez. Petro, a través de un mensaje en X (ex Twitter), explicó que su ausencia no respondía a un acto de indiferencia, sino al respeto absoluto por la familia, evitando que el sepelio se convirtiera en escenario de partidismos y odios que podrían profundizar la polarización. Por su parte, Márquez, en un gesto de coherencia, expresó su respeto y se abstuvo de asistir, invitando a una reflexión nacional sobre la reconciliación.
En un país demasiado acostumbrado a la violencia política, este episodio revela, más allá de la tragedia, la delicada cuerda floja en la que se mueve la institucionalidad frente a las tensiones sociales. ¿Es este silencio pactado un acto de respeto, o la expresión tangible de un vacío que erosiona la confianza pública? La ausencia del Ejecutivo en las exequias no solo evita tensiones inmediatas, sino que provoca preguntas que apenas comienzan a abordarse: ¿podrán las heridas abiertas cerrar sin diálogo? ¿Es posible acompañar el duelo nacional cuando las palabras se diluyen en el mutismo oficial?
Mientras la Catedral Primada se abría para recibir los últimos honores, Colombia miraba hacia adentro, intentando encontrar respuestas entre la tristeza, la política y el respeto. El país enfrenta así una encrucijada donde el silencio pesa y la esperanza late al filo de la reconciliación pendiente. ¿Podrá alguna vez la ausencia convertirse en presencia significativa para un país que anhela sanar?