61 Titi Cabeciblanco han ingresado al CAVR desde 2024, víctimas del tráfico ilegal y la pérdida de su hábitat

📸 Imagen cortesía Área Metropolitana
¿Rescate o pérdida irreparable?

En los primeros meses de 2024, una alarmante cifra empezó a dibujarse en el Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR), en el Valle de Aburrá: 61 ejemplares de Tití Cabeciblanco, una joya vulnerable del Caribe colombiano, habían llegado al refugio. Desde enero hasta agosto de 2025, este número no solo confirma un patrón sino que revela una crisis silenciosa que se gestiona a contrarreloj bajo la sombra del tráfico ilegal y la deforestación.

La mayoría son crías y juveniles, rostros jóvenes marcados por el abandono y el maltrato. Desnutrición, mutilación de colmillos, enfermedades de huesos y metabólicas, y fracturas causadas por el cautiverio forzoso y el transporte clandestino: heridas visibles que cuentan una historia de sufrimiento. “Nuestro propósito es devolverles no solo la salud física sino el equilibrio conductual y sanitario necesario para que vuelvan a la libertad”, comenta Andrés Gómez Higuita, supervisor del CAVR, centro pionero y certificado en Colombia para la recuperación de esta especie emblemática.

El camino de la rehabilitación es meticuloso: atención veterinaria especializada, análisis genéticos precisos y dietas ajustadas a su biología compleja. Pero la cura no es solo individual, también social. Los Titíes se agrupan respetando jerarquías naturales y afinidades conductuales, procesos esenciales para que la reinserción en su hábitat no sea solo un regreso, sino una restauración efectiva de su rol en el ecosistema. Hoy, varios están a punto de ser liberados en reservas protegidas, una chispa de esperanza entre tantos desafíos.

El aumento de rescates en los últimos meses, con 14 nuevos ingresos solo entre diciembre de 2024 y febrero de 2025, lanza una advertencia clara. El Tití Cabeciblanco, catalogado en peligro crítico por la UICN, se enfrenta a un futuro incierto. ¿Será suficiente este esfuerzo para detener su caída? ¿O estaremos apenas demorando el irreversible vacío que deja la pérdida de biodiversidad? Mientras la naturaleza pierde, la tarea humana es urgente: proteger, rescatar, rehabilitar. Pero sobre todo, evitar que la mano del hombre siga erosionando lo que apenas luchamos por salvar.

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