Terremoto en Afganistán. Red de abandono

📸 Imagen cortesía: Jóvenes Católicos
Terremoto en Afganistán: un abismo entre el desastre y la ayuda

“Una tormenta perfecta”. Así definió Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, la noche del domingo 31 de agosto de 2025 cuando la tierra tembló con furia en el este de Afganistán. Ese día, a las 23:47 horas locales, un terremoto de magnitud 6 sacudió las provincias de Kunar, Nangarhar y la ciudad de Jalalabad, dejando a su paso al menos 800 muertos y cerca de 2.700 heridos, según informes preliminares de autoridades locales y agencias internacionales.

El epicentro se situó a solo 27 kilómetros de Jalalabad y 8 kilómetros de profundidad, ubicaciones que parecieron amplificar la destrucción dentro de un territorio marcado por infraestructuras precarias. Viviendas derruidas, centros hospitalarios colapsados y carreteras fragmentadas mostraron la cruda realidad: la fragilidad estructural heredada y la falta de inversión estatal sumaron un contexto de vulnerabilidad ya agudizado por desastres previos. Las geologías montañosas y las tensiones tectónicas de la región, señala el Servicio Geológico de Estados Unidos, exacerbaron la fuerza de un sismo que fue sentido por más de medio millón de personas.

Este desastre no solo se mide en cifras. Testimonios desde el terreno pintan un cuadro de caos y desesperación. Caminos intransitables por deslizamientos de tierra aislaron comunidades mientras los sobrevivientes eran trasladados en helicópteros hacia Jalalabad, uno de los escasos centros de atención médica aún operativos. La respuesta humanitaria se encontró con muros impenetrables: “El difícil acceso a zonas remotas, la destrucción de infraestructuras y la carencia de recursos” dilatan las operaciones de rescate, revelando la crisis de abandono que atraviesan las áreas rurales afganas.

La tragedia se extiende más allá del terreno sacudido. La exclusión internacional y el aislamiento del gobierno talibán complican aún más el socorro, mientras las esperanzas de la población golpeada dependen de puentes frágiles entre la emergencia y la ayuda. En aquesta noche sombría, mientras las montañas guardan silencio, la pregunta persiste: ¿podrán las víctimas encontrar respuesta en medio de tanta aislamiento y desolación?

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