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¿Fiesta en sangre en La Guajira?
Un domingo que debía ser de celebración terminó en tragedia.
El domingo 31 de agosto, en el corregimiento La Punta de Los Remedios, municipio de Dibulla, La Guajira, una fiesta comunitaria se tornó en un escenario de horror cuando un grupo de seis hombres armados atacó a tiros a más de 20 personas reunidas. Cuatro asistentes murieron y al menos tres resultaron heridos, dejando un vacío doloroso en esta región marcada por la violencia.
El atentado ocurrió hacia las 5:00 p.m., cuando los agresores, que llegaron en una camioneta Toyota Hilux, dispararon indiscriminadamente contra la multitud. Las víctimas fatales fueron identificadas como Gamalier de Jesús Contreras, de 53 años; Iván David Gutiérrez Vergara, de 28; Joenne José Castrillo, de 37, y Ubencio Antonio Redondo, de 70. Entre los heridos hay personas como José Antonio Redondo Plata (24), Arledis Castro Parra (50) y Heyder Ruíz Velázquez (62), quienes reciben atención médica mientras la comunidad lidia con el trauma de la masacre.
Este ataque despierta ecos inquietantes en una zona que ya enfrentaba alarmas por el recrudecimiento de la violencia. La Defensoría del Pueblo había alertado sobre el riesgo extremo en municipios como Dibulla, donde la disputa entre grupos armados ha erosionado la tranquilidad. Testigos y autoridades señalan la posible vinculación de los atacantes con las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, con uno de ellos, apodado ‘Naín’, identificado como un objetivo prioritario, tras haber estado involucrado en procesos de diálogo fallidos con el Gobierno en meses recientes.
Lo que agrava la paradoja es que esta tragedia llegó tan solo un día después de que el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, encabezara un consejo de seguridad en Riohacha y anunciara una recompensa millonaria por información sobre cabecillas de estas organizaciones. A pesar de los anuncios y la movilización institucional, la violencia parece perforar la esperanza de una paz duradera en La Guajira.
Mientras tanto, los familiares y la comunidad preguntan sin respuestas claras: ¿qué falló para permitir que una celebración se tornara en masacre? ¿Cómo frenar el ciclo de violencia que consume vidas y confianza? La tarde del 31 de agosto dejó heridas profundas y una incertidumbre que solo el tiempo y la justicia podrán sanar. ¿Habrá alguna vez un respiro para Dibulla y su gente?