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¿Violencia sin tregua en Colombia?
Un país que clama en silencio.
Bogotá, 15 de septiembre de 2025. Colombia enfrenta un alarmante resurgir de la violencia que erosiona día a día la vida en sus zonas más vulnerables. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), hasta esta fecha se han registrado 53 masacres en lo que va del año, bajo el gobierno que se autodenomina “Gobierno de la Vida”. La crudeza de estas cifras no solo se mide en números, sino en las historias silenciadas de las comunidades rurales e indígenas atrapadas en un conflicto olvidado.
Las masacres, definidas por Indepaz como asesinatos múltiples de tres o más personas en un solo acto, no son simplemente episodios aislados, sino el reflejo de una disputa territorial despiadada. Bandas criminales y grupos armados como el Clan del Golfo —también conocido como Ejército Gaitanista de Colombia—, junto con las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, más conocidas como Los Pachencas, lideran este macabro pulso por el control. Norte de Santander, Cauca, Antioquia y La Guajira concentran la mayor parte de esta violencia, aunque ningún rincón del país parece inmune.
La Defensoría del Pueblo lanzó la voz de alerta sobre el “riesgo extremo” que enfrentan municipios como Riohacha, Dibulla y San Juan del Cesar, en La Guajira. Allí, el choque violento entre el Clan del Golfo y Los Pachencas se traduce en homicidios, desplazamientos forzados, confinamientos y reclutamiento de menores. Las víctimas más vulnerables son las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas, mujeres, jóvenes y personas LGBTI+, sometidas no solo a la violencia física, sino a un control social opresivo: extorsiones, normas coercitivas y restricciones severas a su movilidad, según la alerta temprana AT 010/25.
Este cuadro sombrío se complejiza aún más con el aumento sostenido de homicidios y secuestros que se extienden más allá de las masacres, erosionando la confianza en las instituciones encargadas de proteger a la población. ¿Cómo puede un “Gobierno de la Vida” enfrentarse a tanta muerte y miedo? ¿Por qué continúan dilatándose soluciones efectivas frente a un conflicto que parece enquistado? Mientras los ojos del Estado y la comunidad internacional siguen atentos, las víctimas aguardan respuestas que permitan vislumbrar un futuro menos trágico.
La violencia en Colombia no solo se cuenta en cifras, sino en la desolación y la incertidumbre que deja tras de sí. ¿Habrá justicia y paz para quienes la historia insiste en marginar?