📸 Cortesía: Josefina Villarrea
[ALERTA CARIBEÑA: LLUVIA Y DESASISTENCIA]
Un manto gris oscuro cubre la región Caribe de Colombia desde la madrugada del 8 de septiembre de 2025. Las lluvias persistentes no son solo el capricho del clima, sino un aviso que sacude a departamentos como Atlántico, Magdalena, La Guajira, Córdoba y Sucre. Inundaciones, tormentas eléctricas, y ráfagas de viento han encendido una alarma que no se limita a cifras, sino que apela a la vivencia y el temor de sus habitantes.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), guardián técnico de estos fenómenos, emitió una alerta amarilla que podría intensificarse en las próximas horas. La causa: una onda tropical número 33 combinada con una vaguada monzónica que dibujan un cuadro de persistente e impredecible inestabilidad climática. Desde las primeras luces del día, Barranquilla, en particular el barrio Los Olivos, empezó a contar historias de arroyos desbordados, viviendas anegadas y apagones que silencian la ciudad brevemente pero no su ansiedad.
Alexander Martínez, voz autorizada y meteorólogo del Ideam, describe la geografía afectada con precisión: “Las lluvias se han concentrado más intensamente cerca del golfo de Urabá y las costas de Córdoba y Sucre, extendiéndose también a los litorales de Atlántico, Magdalena y La Guajira”. Más allá del agua que inunda calles y hogares, la realidad impone otra amenaza: la saturación del suelo ha activado la preocupación por posibles deslizamientos en zonas reconocidas por su vulnerabilidad, obligando a redoblar la vigilancia sobre cauces y canales.
Mientras tanto, organismos de gestión del riesgo permanecen en alerta máxima, no solo monitoreando los niveles de ríos y caños, sino convocando a la ciudadanía a la prudencia, recordando que la responsabilidad es compartida. El llamado es claro: ante cualquier signo de emergencia, deben utilizarse las líneas habilitadas por las administraciones municipales para activar la respuesta rápida.
Este paisaje húmedo y cargado de electricidad revela la fragilidad de una región acostumbrada a enfrentar el temperamento de la naturaleza, pero también la urgencia de fortalecer los mecanismos institucionales y comunitarios para no naufragar en cada tormenta. ¿Será posible evitar que estas lluvias solo se traduzcan en números y daños, y en cambio se conviertan en impulso para mejores respuestas y acciones más firmes?
La historia continúa bajo la amenaza de un clima que no respeta horarios ni fronteras, y que en esta región Caribe insiste en recordar la permanente vulnerabilidad y la esperanza simultánea de sus habitantes.