Policía investiga hallazgo de un joven sin vida en zona rural de Concepción

📸 Imagen cortesía Hecha con IA
¿Justicia o violencia disfrazada?

En la mañana del domingo 7 de septiembre de 2025, el cadáver de Sebastián López Jaramillo, conocido como “Cáncer”, fue hallado en la vereda La Cita, zona rural de Concepción, Antioquia. Un joven de apenas 19 años, con impactos de bala, cuyo destino se tornó oscuro después de un secuestro forzado apenas 24 horas antes en Marinilla.

El sábado 6 de septiembre, cerca de la medianoche, en el barrio Los Giraldos de Marinilla, varios hombres vestidos con prendas oficiales de la Policía —chaquetas y gorras con insignias de la Sijín— irrumpieron en la tranquilidad nocturna. Testigos presenciaron cómo Sebastián fue obligado a subir a un vehículo para luego ser transportado velozmente hacia fuera de la jurisdicción, aparentemente rumbo a la vía de El Peñol. Esta escena, captada por cámaras de seguridad, dejó claro que aquella operación estaba orquestada bajo la fachada de la autoridad.

La búsqueda no tardó en activarse. Grupo Gaula, Fiscalía y unidades de inteligencia militar unieron esfuerzos para esclarecer la desaparición. Apenas diez horas después, el cuerpo de “Cáncer” fue localizado a unos 20 kilómetros del punto inicial, en la vía rural que conduce a La Cita, Concepción. En el lugar, los investigadores hallaron elementos balísticos que podrían ser claves para entender el crimen.

Sebastián no era un desconocido para la justicia. Sus antecedentes incluían porte ilegal de armas, violencia intrafamiliar y vínculos con tráfico de drogas y hurto calificado en Medellín y Bello. Sin embargo, estas sombras no explican por completo el contexto de su muerte ni la gravedad de que hombres encubiertos bajo símbolos policiales participaran en su rapto y final fatal.

Las autoridades no descartan que este asesinato forme parte de las disputas internas entre estructuras criminales, pero la utilización de uniformes oficiales plantea inquietantes preguntas sobre el uso —o abuso— de la imagen institucional para cometer actos violentos. ¿Es una señal del creciente desafío que enfrenta el Estado frente a la criminalidad? ¿Hasta qué punto la confianza ciudadana se ve erosionada cuando quienes deberían proteger son, en apariencia, los mismos que siembran temor?

Mientras tanto, la investigación continúa su curso. Pero el vacío dejado por “Cáncer” y las dudas sobre las sombras que cubren su asesinato persisten, como un eco que reclama respuestas y, sobre todo, justicia. ¿Podrá la verdad salir a la luz en medio de tantas tinieblas?

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