“Sí hubo fallas”: colegio Gimnasio Campestre Los Laureles se pronuncia sobre la muerte de Valeria Afanador

📸 Cortesía: GCL / ICBF
¿Desaparecida en el silencio?

El 29 de agosto de 2025, en Cajicá, Cundinamarca, tras 18 días de angustiosa búsqueda, se confirmó la peor noticia: el cuerpo sin vida de Valeria Afanador, una niña de 10 años con síndrome de Down, fue encontrado cerca del río Frío. Un hallazgo que desató cuestionamientos profundos sobre la respuesta de la comunidad educativa del Gimnasio Campestre Los Laureles Bilingüe, donde Valeria estudió sus últimos días.

La historia comienza el martes 12 de agosto. Valeria asistió al colegio como cada día, hasta las 10:10 de la mañana, cuando las cámaras de seguridad registraron su salida sola hacia los terrenos próximos al río. Sin embargo, la alerta sobre su desaparición no se activó sino hasta pasadas más de sesenta minutos, y solo alrededor de mediodía la institución dio aviso interno. Entre docentes, la inquietud existió desde temprano, pero la reacción careció de la urgencia necesaria, un retraso que ha dejado en evidencia graves fallas y que actualmente tiene a dos profesores bajo investigación por posibles omisiones.

Durante casi tres semanas, las calles, senderos y el entorno del río se convirtieron en escenario de una movilización masiva. Policías, bomberos, familiares y vecinos emprendieron una búsqueda exhaustiva que terminó en el hallazgo de Valeria a unos trescientos metros del colegio, sin signos visibles de violencia. Medicina Legal atribuyó su muerte a un ahogamiento, aunque la familia insiste en que la Fiscalía mantenga abierta la hipótesis de homicidio, señalando la gravedad de las omisiones y la posibilidad de intervención de terceros.

La Gobernación de Cundinamarca, ante el clamor social y la evidente incapacidad institucional, abrió un proceso administrativo para evaluar el cumplimiento de los protocolos de seguridad y el plan de gestión escolar del Gimnasio. La comunidad y el país observan ahora con detenimiento: ¿cuáles fueron las fallas que permitieron que una niña se perdiera en el espacio que debería protegerla? ¿Hay responsables? ¿Se podrá evitar que esta tragedia se repita?

Así, el caso de Valeria no solo revela un dolor profundo, sino un vacío que erosiona la confianza en las instituciones educativas y pone en la mesa la urgencia de una supervisión más rigurosa y humana. Mientras tanto, la familia y la comunidad esperan respuestas y justicia en medio de un silencio que todavía no se ha aclarado completamente. ¿Podrá la verdad emerger del río Frío y lavar tanta incertidumbre?

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