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[LA NAVIDAD SE ADELANTA, PERO ¿A QUÉ COSTO?]
Este lunes 8 de septiembre de 2025, en Caracas, Nicolás Maduro anunció que Venezuela iniciará las celebraciones navideñas desde el 1 de octubre, replicando una fórmula de años anteriores.
El presidente venezolano, en su programa semanal transmitido por Venezolana de Televisión, explicó que esta medida busca “impulsar la economía, la cultura, la alegría y la felicidad” en medio de una tensa situación política y militar con Estados Unidos, que ha aumentado su presencia en el Caribe. Mientras Caracas denuncia una amenaza e posible preludio de intervención, Washington insiste en que sus maniobras están dirigidas a combatir el narcotráfico.
El decreto oficial defiende “el derecho a la felicidad y la alegría” de la población, extendiendo el espíritu navideño con comercio tradicional, villancicos, gaitas y las tradicionales comidas que componen la temporada, que este año durará tres meses completos. Además, se prevé una intensificación en la entrega de ayudas sociales para aliviar las penurias de los sectores populares.
Sin embargo, no todos celebran la anticipación. Desde la Iglesia Católica en Venezuela, se alzan voces que critican la politización de unas fiestas originalmente religiosas. Alertan sobre el riesgo de que la Navidad se convierta en un instrumento para legitimar un gobierno en medio de crecientes tensiones y que en el fondo pueda erosionar el significado mismo de la tradición.
Así, la decisión de adelantar la Navidad adquiere un doble sentido. Por un lado, se presenta como una apuesta oficial por la esperanza y el alivio social. Por otro, abre interrogantes sobre las verdaderas prioridades en un país que sigue lidiando con conflictos y desafíos estructurales. ¿Podrá la alegría decretada sostenerse en un horizonte que a menudo parece vestido de incertidumbre?