Brayan Campo, asesino de Sofía Delgado le habría quitado la vida a otras dos menores de edad. Esto es lo que se sabe

📸 Imagen cortesía Redes Sociales
¿Más sombras tras las rejas?

El 8 de septiembre de 2025 marcó un nuevo capítulo inquietante en la historia criminal de Colombia. Desde la prisión La Tramacúa, de Valledupar, emergieron revelaciones que ponen en jaque la percepción pública sobre Brayan Campo, condenado a 58 años por el feminicidio de Sofía Delgado. Según testimonios que estremecen, Campo habría confesado la autoría de al menos dos feminicidios más en el Valle del Cauca, un hecho que reaviva viejas heridas y preguntas sin respuestas.

La fuente de esta estremecedora información es Luis Gregorio Ramírez Maestre, alias «La Soga», uno de los criminales más temidos del país y compañero de celda de Campo. Fue en una conversación informal, captada en el pódcast “Más Allá del Silencio”, donde Ramírez Maestre relató cómo Campo admitió, con una frialdad escalofriante, haber acabado con las vidas de Erika Sepúlveda y Tatiana Trujillo, dos adolescentes cuyos cuerpos aparecieron en 2022 bajo circunstancias nunca esclarecidas. «Ese muchacho nos contó cómo fue lo de la niña Sofía. Incluso dijo que había matado a otras niñas. Entre los nombres mencionó a Erika Sepúlveda», recordó Ramírez Maestre.

Este testimonio no solo pone sobre la mesa la posibilidad de que Brayan Campo sea responsable de un patrón de violencia más amplio y aterrador, sino que también cuestiona la eficacia con que las autoridades judiciales han investigado estos crímenes. ¿Cómo pudo un condenado esconder otros delitos tan graves? ¿Qué fallas se ocultan tras este silencio? Las familias de las víctimas reclaman con urgencia la reapertura de las investigaciones, exigiendo que se escuche la voz que surge detrás de los muros de la cárcel.

Hasta ahora, la Fiscalía General de la Nación mantiene silencio oficial sobre la apertura de nuevos procesos penales contra Campo, lo que aumenta la incertidumbre y el sentimiento de impotencia entre la sociedad. En un país donde la violencia contra las mujeres sigue siendo una tragedia dada por partida doble —la agresión y la impunidad—, la confesión desde el encierro no puede pasar desapercibida.

Mientras tanto, quedan en el aire preguntas inquietantes que se cruzan con la memoria de las víctimas y la exigencia de justicia real. ¿Qué significa esta revelación para las familias que aún buscan respuestas? ¿Podrán las autoridades reconstruir la verdad entre tanto deterioro institucional? La sombra de Brayan Campo parece extenderse más allá de las rejas, y Colombia observa expectante, conmocionada, sin perder la esperanza de que la justicia —esa justicia tan esquiva— finalmente dé señales de vida.

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