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¿Resurrección a 4.090 metros?
Este martes 9 de septiembre de 2025, en la fría y exigente altitud del estadio Municipal de El Alto, Bolivia volvió a soñar con la Copa del Mundo tras 32 años de ausencia. Un solitario gol y una victoria por 1-0 frente a Brasil sellaron una clasificación histórica al repechaje mundialista, avivando la esperanza de un regreso largamente ansiado.
La gesta deportiva, comandada por Óscar Villegas y su seleccionado nacional, no fue casual. Bolivia necesitaba asegurarse el séptimo lugar en las duras Eliminatorias CONMEBOL, superando en puntos a Venezuela en la última jornada. Después de imponerse a Colombia y Chile en esta misma montaña de casi 4.100 metros, la sede de El Alto se ha convertido en un bastión, un símbolo tangible de resistencia y estrategia. Alejarse del tradicional Hernando Siles de La Paz no fue una decisión trivial: pasar de 3.650 a 4.090 metros significó ampliar la frontera física y psicológica, aprovechando un factor natural que pocos equipos pueden conjurar.
Esta apuesta no solo responde a un capricho geográfico, sino a la búsqueda de una ventaja frente a rivales que, aunque poderosos sobre el papel, sufren las exigencias de un aire enrarecido y escaso de oxígeno. Mientras Brasil y otras selecciones requieren asistencia médica para enfrentar la altura, los jugadores bolivianos se nutren de ese escenario hostil convertido en territorio propio. Además, el ambiente ferviente de afición, que desafía la fatiga y las dificultades aéreas, transforma al estadio municipal en un coliseo donde la comunión entre público y jugadores se convierte en una fuerza decisiva.
Cabe recordar que la urgencia de este cambio de sede respondió también a los tropiezos sufridos en La Paz contra selecciones como Argentina y Ecuador, y a la presión impuesta por la FIFA, que limita jugar partidos oficiales por encima de los 2.750 metros. Inaugurado en 2017, el estadio de El Alto representa tanto una respuesta política como deportiva, un emblema de cómo la geografía y la historia se entrelazan en esta salvaje carrera hacia Qatar 2026.
Ahora Bolivia se enfrenta a un nuevo desafío: el Torneo Clasificatorio para la Copa Mundial 2026, previsto para marzo en México. Un mini torneo con seis selecciones de diversas confederaciones, excluyendo Europa, y un formato inéditito que redefine el camino al Mundial. Más allá del triunfo, queda la pregunta abierta: ¿podrá esta generación, protegida por su altitud y empujada por la memoria, lograr trascender las sombras del pasado y llevar a Bolivia nuevamente a la élite del fútbol mundial? Mientras tanto, El Alto será el altar donde se oficia esta nueva esperanza.


