📸 Imagen cortesía: D.R.A.
¿Francia en llamas? Crisis social y descontento tras la caída de Bayrou
Un país al borde. Este miércoles 10 de septiembre, en plena efervescencia social, Francia despertó con calles tomadas y un clamor unánime: no a la austeridad. Los ciudadanos salieron a manifestarse masivamente en París, Lyon, Marsella, Rennes y otras ciudades, desafiando el nuevo rumbo del gobierno tras la salida abrupta de François Bayrou y la rápida designación de Sébastien Lecornu como primer ministro.
Las cifras impresionan: más de 175.000 manifestantes oficialmente, según sindicatos hasta 250.000, y un despliegue policial sin precedentes —80.000 agentes patrullando las calles—. El saldo de la jornada incluyó más de 470 detenidos y un país parcialmente paralizado por paros en fábricas, bloqueos viales, interrupciones en trenes y aeropuertos y colegios secundarios tomados, escenas que hablan de un malestar social profundo y masivo.
La raíz del conflicto se hunde en un presupuesto que recorta el gasto social de manera drástica. Bajo el impulso del dimitido Bayrou y el respaldo explícito del presidente Emmanuel Macron, el plan contempla eliminar días festivos, congelar pensiones y reducir servicios públicos esenciales, medidas que el movimiento *Bloquons tout* y la ciudadanía interpretan como un cerrojazo a la justicia social y una reproducción de políticas de austeridad que ya han erosionado la confianza pública durante el quinquenio.
El relevo en la primera línea del ejecutivo, con Lecornu elevándose al cargo, no apaciguó la tensión. La continuidad del proyecto económico recibió respuestas duras en las calles, donde protestas bajo el lema “¡Bloqueemos todo!” fueron más allá de las consignas: barricadas en las urbes, enfrentamientos con la policía y gases lacrimógenos para impedir el control de infraestructuras clave, como la estratégica estación Gare du Nord, dibujaron un escenario de confrontación abierta.
Mientras el gobierno intenta preservar la estabilidad, la ciudadanía ruega por un diálogo sincero que escuche demandas que no pueden reducirse a números en un presupuesto. Francia, en esta encrucijada, no solo cuestiona quién gobierna, sino cómo se decide el futuro social en medio de un clima de creciente polarización. ¿Encontrará el país la vía para volver a la calma o esta crisis marcará un cambio profundo en su tejido social? La incertidumbre permanece, pero el grito de las calles ya no es fácil de silenciar.