📸 Imagen cortesía Antonio Augusto/STF
¿Golpe o sombra en la democracia?
Este jueves 11 de septiembre de 2025, la historia de Brasil abrió un capítulo sin precedentes en su Supremo Tribunal Federal (STF).
El expresidente Jair Bolsonaro fue declarado culpable por la Primera Sala del STF por tentativa de golpe de Estado contra Luiz Inácio Lula da Silva, actual presidente. La decisión, respaldada por cuatro de cinco magistrados, señala a Bolsonaro y siete de sus colaboradores como cabecillas de una organización criminal armada que pretendió impedir la legítima posesión de Lula después de las elecciones de 2022.
Las pruebas que sostienen este fallo incluyen mensajes, grabaciones, documentos y testimonios que revelan un plan sistemático para desestabilizar la democracia y perpetuar en el poder a Bolsonaro, en franca contradicción con el voto popular. La Procuraduría General de la República acusa a los implicados de tramar una trama golpista cuyo alcance y gravedad conmocionaron al país.
La ministra Cármen Lúcia, cuyo voto fue decisivo, enfatizó la magnitud del atentado contra la alternancia democrática: “La alternancia legítima del poder en las elecciones de 2022 casi fue impedida por este grupo, liderado por Jair Messias Bolsonaro”. Por su parte, el juez relator Alexandre de Moraes advirtió con crudeza que Brasil “casi retornó a una dictadura” bajo esta conspiración. En contraste, el magistrado Luiz Fux fue el único que discrepó parcialmente.
El veredicto, aunque aún sin penas definidas, podría implicar más de 40 años de prisión para Bolsonaro y castigos similares para exministros y jefes militares implicados. Este fallo no sólo marca un hito judicial, sino que desvela las tensiones fragilísimas que atraviesan la joven democracia brasileña.
El país se queda con una pregunta que resuena en las calles y en los despachos del poder: ¿podrá Brasil sanar estas heridas profundas y garantizar que la democracia no vuelva a quedar en suspenso? Mientras la justicia define sus próximas jugadas, la ciudadanía observa, expectante pero cautelosa. Porque la sombra de un golpe no sólo se sitúa en el pasado, sino que advierte sobre riesgos que no pueden volver a repetirse.