📸 Imagen cortesía Colprensa
¿El cielo a un suspiro del desastre?
El pasado 10 de agosto de 2025, a la 1:20 de la tarde, el aire sobre el Aeropuerto Internacional José María Córdova de Rionegro se tornó peligroso, y la amenaza rozó la tragedia. Dos aviones comerciales —un Airbus A320 de LATAM Colombia, vuelo ARE4320 con destino a Montería, y otro de Avianca, vuelo AVA9285 procedente de Cartagena— casi se rozan en una maniobra que pudo costarles la vida a más de 250 personas.
Lo que se sabe hasta el momento revela una proximidad alarmante: apenas 30 metros de diferencia en altitud y 800 metros en distancia horizontal, cuando los protocolos internacionales demandan una separación mínima de 300 metros verticales y aproximadamente 9,2 kilómetros horizontales. Los registros de radar trazaron cada movimiento: el avión de LATAM ascendía a 10.900 pies mientras el de Avianca descendía a 11.000, en un espacio donde cualquier error resulta intolerable.
La Aeronáutica Civil de Colombia, encargada de esclarecer la magnitud del incidente, abrió una investigación rigurosa, siguiendo los estándares de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). No bastan las versiones en redes ni plataformas públicas como Flight Radar; las pesquisas se nutren de reportes oficiales, registros de radar, y testimonios de las tripulaciones, buscando remover las capas de incertidumbre para encontrar responsabilidades claras.
Pero, detrás de los datos técnicos, ha estallado una inquietud social profunda. Voces anónimas y filtraciones internas señalan que los controladores del tráfico aéreo en el sector norte del aeropuerto estaban usando teléfonos celulares durante la maniobra crítica, un acto que podría haber erosionado la seguridad en el aire. Si esta denuncia se confirma, ¿cuántos protocolos más estarán siendo vulnerados a vista y paciencia de todos?
La posibilidad de una tragedia evitada por centímetros abre una herida en la confianza ciudadana hacia las autoridades aeronáuticas. La pregunta que queda en el aire no es solo cómo se permitió esta cercanía escalofriante, sino si la institucionalidad está preparada para garantizar la seguridad que los pasajeros exigen y merecen. ¿Será este un llamado para que el control del espacio aéreo se tome con la seriedad que la vida demanda, o solo otro episodio más en la larga lista de alertas silenciadas? Mientras la investigación avanza, el ruido no cesa y el silencio institucional permanece, pesado como una nube que amenaza con desatar la tormenta.