📸 Imagen cortesía: X Jorge Emilio Rey
[INCENDIOS EN CUNDINAMARCA: FUEGO ENTRE CERROS Y DESPUÉS DEL VIENTO]
Cundinamarca arde. No es una metáfora. En las últimas dos semanas, al menos 30 incendios forestales han azotado diversos rincones del departamento, dejando una herida visible en más de 80 hectáreas rurales quemadas, un paisaje marcado por el humo y la incertidumbre.
Desde la remota vereda Los Curos, en el municipio de Nilo, hasta las montañas y valles de Pandi, Tocancipá, Guaduas, Tocaima y Ricaurte, las llamas han reclamado territorios insustituibles. Allí, el fuego ha consumido cerca de 45 hectáreas en Los Curos, incluyendo bosques secos tropicales, húmedos premontanos y áreas que son refugio para la biodiversidad, como un Banco de Hábitat y una Reserva Natural manejada por la sociedad civil. Sin embargo, el control del incendio apenas llega al 60%, atrapado en terrenos escarpados y avivado por vientos implacables.
La voz oficial es clara: el gobernador Jorge Emilio Rey Ángel apunta a dos factores que convergen con fuerza devastadora. Primero, las altas temperaturas que golpean provincias como Alto Magdalena, Gualivá o Sumapaz durante este prolongado periodo de sequía; y segundo, la mano humana, “inescrupulosa” en sus actos, que con negligencia o intencionalidad en la quema de basura alimenta el fuego. No es solo la naturaleza la que quema, sino la imprudencia humana que erosiona la resistencia del entorno.
No menos inquietante es la situación en la Base Militar Aérea de Tolemaida, donde el fuego resurge con obstinación, reapareciendo a pesar de los esfuerzos. Javier Salamanca, capitán de Bomberos de Nilo, señala que la inaccesibilidad del terreno y las condiciones climáticas dificultan una extinción definitiva.
Frente a esta crisis, las autoridades han organizado esfuerzos conjuntos. Bomberos, la Unidad Departamental de Gestión del Riesgo, consejos municipales y la Fuerza Aeroespacial trabajan en coordinación para contener las llamas y proteger el tejido vital del territorio. Son esfuerzos urgentes, pero la complejidad del escenario abre preguntas que exigen respuestas: ¿cómo evitar que estas tragedias se repitan? ¿qué medidas reforzarán la preven- ción? ¿la comunidad y las instituciones podrán reconstruir la confianza en la salvaguardia de su patrimonio natural?
Mientras tanto, el fuego sigue su curso, y con él, una llamada urgente a repensar el equilibrio entre la acción humana y la naturaleza. Cundinamarca no solo enfrenta incendios; enfrenta un desafío para su futuro y su identidad. ¿Habrá voluntad real para apagar, no solo el fuego, sino las causas que lo provocan?