📸 Imagen cortesía D.R.A
¡Fotos al aire en Boyacá!
Este lunes 11 de septiembre, la ciudad de Tunja se convulsionó ante un escándalo que traspasa lo deportivo y salpica la intimidad: Yeiner Stiwar Londoño, delantero del club Patriotas en la Primera B del fútbol colombiano, fue denunciado ante la Fiscalía General de la Nación en Medellín por la presunta filtración de fotografías íntimas de su expareja, Valerie Mariana Carrillo Cadavid, de apenas 18 años.
Los hechos se remontan a la mañana del 8 de septiembre, específicamente a las 7:59 a. m., cuando imágenes privadas comenzaron a circular rápidamente por redes sociales y plataformas de mensajería. Estos archivos no solo fueron compartidos, sino acompañados de mensajes que ridiculizaban y humillaban a la joven, desatando una ola de indignación y conmoción en la comunidad local.
Valerie Carrillo, en declaraciones a medios como Gol Caracol, deslizó que el origen de la filtración pareciera estar en el celular de Londoño, al que únicamente él tenía acceso. Sin embargo, fue Andrea Arias, la actual pareja de Londoño y madre de su hijo, quien supuestamente envió capturas de esas fotos a perfiles desconocidos a través de Messenger, agregando una capa de intimidación con sus palabras. “Me dijo que me iba a seguir boleteando, de una manera horrible, además que con burlas”, confesó Carrillo, una voz que también encierra el temor de otras posibles víctimas silenciosas que, sin el valor de denunciar, prefieren mantener en secreto episodios similares.
En medio de esta tormenta, Londoño se expresó públicamente con una mezcla de preocupación y defensa. “Estoy apenado por toda esa situación. En el medio están mi nombre, mi carrera… al final estoy involucrado por el tema de las fotos. Entiendo la molestia de ella, debe estar mal, no he vuelto a hablar con ella porque es un tema delicado”, dijo. No obstante, negó categóricamente haber sido quien filtró las imágenes y se declaró también víctima de lo sucedido: “Yo siento que soy víctima, no fui el que filtró las fotos, no haría algo así”.
Este episodio pone en jaque no solo la privacidad y dignidad de una joven, sino también la imagen y la responsabilidad ética del club Patriotas, cuyos dirigentes aún no se han pronunciado oficialmente. La Fiscalía analiza las pruebas y busca esclarecer los hechos, mientras la comunidad sigue preguntando: ¿qué tan protegidos están los derechos de las personas frente a la exposición digital y la banalización del daño? ¿Podrá la justicia colombiana avanzar con celeridad en un caso que mezcla relaciones personales, violencia digital y el peso de la opinión pública?
Mientras las sombras de este conflicto se extienden, queda en evidencia que detrás de cada fotografía, más allá de lo digital, hay vidas quebrantadas y confianza erosionada. El balón sigue rodando, pero el dolor permanece, silencioso como la madrugada del 8 de septiembre. ¿Cuántas voces más callarán antes de encontrar justicia?