Autoridades investigan presunto abuso sexual contra adulta mayor en Ciudad Bolívar

📸 Imagen cortesía Freepik
¿Quién cuida a las mujeres olvidadas?

El pasado 15 de septiembre, en Ciudad Bolívar, Antioquia, una mujer de 63 años llegó al Hospital La Merced con un cuerpo marcado por la violencia y un alma tambaleante. En estado de embriaguez y con signos evidentes de un presunto abuso sexual, desencadenó de inmediato el protocolo que pocas veces se activa, pero que siempre debería estar listo para la urgencia de proteger vidas.

Esa mujer, cuyos detalles permanecen resguardados por respeto y confidencialidad, personifica una realidad amarga: la de las mujeres adultas mayores que, a menudo invisibilizadas, también son víctimas de las violencias más atroces. El hecho ocurrió esa misma madrugada, y desde entonces la comunidad local se ha sacudido con angustia y rechazo. La atención médica y psicológica que recibe en el hospital es apenas el primer acto en un proceso largo y necesario para sanar heridas que el cuerpo lleva y que la memoria insiste en recordar.

Las autoridades locales, con la Policía y la Fiscalía a la cabeza, enfrentan una carrera contra el tiempo y la omisión social para reconstruir cómo sucedieron los hechos, quién o quiénes detentan la responsabilidad y, sobre todo, cómo evitar que esta historia vuelva a repetirse. La investigación busca piezas que expliquen no sólo el acto violento sino las condiciones que permitieron que una mujer vulnerable quedara expuesta a tanto daño.

En medio de discursos institucionales que repiten condenas y promesas, la comunidad nos pregunta con una urgencia callada: ¿por qué estas violencias persisten? ¿Quién vigila a quienes deberían proteger? El acompañamiento psicosocial a la víctima y su familia intenta llenar un vacío profundo, pero la herida va más allá del cuerpo y exige respuesta social, justicia efectiva, y compromiso colectivo.

Mientras tanto, en Ciudad Bolívar, el silencio no puede ser cómplice. La Secretaría de Gobierno ha declarado su rechazo, y la incidencia del caso ha convocado un eco necesario que, quizás, ayude a que nadie más quede a la deriva en la tormenta de la impunidad. Porque se puede demorar en esclarecer, en juzgar, en reparar, pero no en recordar que cada mujer, a cualquier edad, merece ser cuidada y protegida. ¿Acaso no es la medida de una sociedad su capacidad para defender a sus más vulnerables?

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