Alias ‘Fritanga’ niega vínculo familiar con B-King tras su brutal asesinato en México

📸 Imagen cortesía: Policía Nacional
¿Parentesco en la sombra?

Un lunes 22 de septiembre de 2025, desde la fría celda en la cárcel de Itagüí, Camilo Torres Martínez, más conocido como ‘Fritanga’, exjefe del Clan del Golfo, rompió el silencio para negar con firmeza cualquier vínculo familiar o relación con el asesinato del cantante urbano Bayron Sánchez Salazar, alias B King, ocurrido días antes en Cocotitlán, estado de México.

La tragedia sucedió el 17 de septiembre, cuando B King, de 31 años, y su colega Jorge Luis Herrera Lemus, el Regio Clown, fueron encontrados sin vida tras un concierto en suelo mexicano. Sus cuerpos mostraban una crueldad extrema: torturados, desmembrados y en avanzado estado de descomposición. Un mensaje dejado junto a ellos, atribuido al cártel “La Familia Michoacana”, acusó a las víctimas de ser “chapulines”, término que en el argot criminal denuncia a quienes traicionan a la organización. La Fiscalía General de Justicia del Estado de México confirmó oficialmente su identidad cinco días después, en medio de la consternación.

La historia de B King con ‘Fritanga’ empezó a circular porque el propio cantante habló en entrevistas sobre una relación cercana, incluso familiar. Definió a ‘Fritanga’ como su “tío” y “figura de apoyo” durante sus primeros pasos en la música, describiéndolo como alguien caritativo y solidario. “Es una persona muy caritativa, seguramente es el Robin Hood para muchas personas en Colombia”, llegó a afirmar el artista. Pero esas palabras no solo abonaron a la leyenda, sino que abrieron una puerta a especulaciones peligrosas.

Desde la cárcel, el excapo fue contundente: “No tengo lazos de sangre con el artista. Él es sobrino de una expareja que tuve”, explicó para desmentir un parentesco que se ha tergiversado como real y directo. Una explicación sencilla que pone en jaque rumores y, a la vez, deja abierta la pregunta sobre la complejidad de las redes humanas en medio de la violencia y el poder.

Este episodio no solo deja un vacío en la música urbana, sino que arroja luz sobre cómo las sombras del narcotráfico dilatan la verdad, distorsionan la memoria y afectan quienes quedan atrapados en medio del conflicto. Mientras tanto, la justicia mexicana sigue investigando, y la ciudadanía espera que, más allá de vínculos o declaraciones, se esclarezca el asesinato y los responsables respondan ante la ley.

¿Podrá la justicia avanzar entre tantas sombras? El dolor persiste, como un eco lejano que reclama no solo justicia, sino también respuestas humanas.

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