📸 Imagen cortesía: Pixabay vía Pexels
¿Autismo y paracetamol? Desinformación en la era de la salud global
Este martes 23 de septiembre de 2025, desde Ginebra, la Organización Mundial de la Salud (OMS) intervino para desmentir una polémica declaración que agitó discursos y miedos en Colombia, Estados Unidos y más allá.
El lunes 22, en la Casa Blanca, el expresidente Donald Trump instó a restringir el uso de acetaminofén —conocido en EE. UU. como Tylenol— durante el embarazo y en recién nacidos. Su argumento: supuestos indicios de que este analgésico estaría vinculado al autismo. Además, sugirió revisar el calendario de vacunación infantil. Una afirmación que, aunque lanzada con la fuerza simbólica de un exmandatario, carece de respaldo científico y ha provocado reacciones inmediatas de la comunidad médica internacional.
En respuesta, la OMS, representada por su portavoz Taris Jasarevic, enfatizó que no existe evidencia científica consistente que relacione el uso de acetaminofén durante la gestación con el desarrollo del autismo. “Los estudios realizados hasta ahora son contradictorios y no han confirmado tal vínculo”, aclaró este miércoles en rueda de prensa. Paralelamente, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el regulador británico reafirmaron la seguridad del paracetamol cuando se usa con prudencia para controlar el dolor y la fiebre en embarazadas.
Estas voces autorizadas advierten sobre el peligro de difundir información sin base científica, en un contexto donde la confianza pública en tratamientos médicos y vacunas es frágil y puede erosionarse con facilidad. Sin embargo, la insistencia en vincular fármacos comunes con trastornos complejos como el autismo abre un debate no solo científico, sino social y político: ¿qué motiva esta alarma infundada? ¿Intereses electorales, desinformación o un intento de manipular agendas sanitarias?
Mientras tanto, médicos, científicos y organizaciones internacionales llaman a la cautela y al rigor. La comunidad espera que el debate no derive en estigmatización de medicamentos indispensables, ni en un retroceso en las campañas de vacunación ni en el uso responsable de analgésicos en grupos vulnerables.
En definitiva, la discusión pone en evidencia los retos de la salud pública en tiempos de opiniones polarizadas y la importancia de separar el ruido mediático de la verdad científica. Porque, cuando se trata del bienestar de madres y niños, la prudencia no es una opción, sino un deber colectivo. ¿Podrá la sociedad resistir la tentación de conclusiones apresuradas y proteger la confianza en la ciencia? La pregunta queda abierta.