De enemigos a gestores de paz: estos son los nuevos designados

📾 Imagen cortesĂ­a: Joel GonzĂĄlez – Presidencia de la RepĂșblica. Imagen de referencia
ÂżPaz con sombras?

Este lunes 21 de septiembre de 2025, el Gobierno de Gustavo Petro formalizó una controvertida decisión: designar a dieciséis exjefes paramilitares como gestores de paz en Colombia.

Entre ellos, nombres emblemĂĄticos y polĂ©micos como «Macaco» (Carlos Mario JimĂ©nez), «Don Berna» (Diego Fernando Murillo Bejarano), «El AlemĂĄn» (Fredy RendĂłn Herrera) y «Jorge 40» (Rodrigo Tovar Pupo), figuras que durante años encarnaron la violencia mĂĄs cruda del conflicto armado interno. La resoluciĂłn oficial, la nĂșmero 327, busca avanzar en el cierre del proceso de desmovilizaciĂłn iniciado en 2005, integrĂĄndose en la agenda de la polĂ­tica de «Paz Total» impulsada desde la Casa de Nariño, con el respaldo del ministro del Interior, Armando Benedetti.

La funciĂłn encomendada a estos excombatientes no es menor: reconstruir el tejido social, contribuir a la reparaciĂłn de vĂ­ctimas y fomentar la divulgaciĂłn de la verdad sobre los crĂ­menes cometidos. Se espera que presenten planes de trabajo, colaboren con procesos judiciales y entreguen informes periĂłdicos sobre sus avances hasta agosto de 2026. Benedetti defendiĂł la medida con palabras que resumen la apuesta del Ejecutivo: “El camino de la paz requiere la voz de quienes antes empuñaron las armas y hoy pueden ayudar a cerrar ciclos de guerra”.

Sin embargo, la designación reaviva heridas abiertas. Muchos de estos gestores, lejos de ser espectadores, fueron protagonistas de las peores masacres, desplazamientos forzados y violaciones a los derechos humanos que marcaron la historia reciente del país. En este contexto, el presidente Petro apeló a la idea de una paz estable y duradera, señalando la importancia de aprovechar el conocimiento y la experiencia de estos actores para estructurar procesos de paz y garantizar la no repetición.

Pero la polémica no cesa. ¿Puede la reconciliación pasar por quienes tuvieron en sus manos la violencia extrema? La legitimidad moral y jurídica de esta apuesta se enfrenta a la desconfianza de víctimas, sectores sociales y expertos en derechos humanos. Mientras tanto, Colombia observa con expectación y escepticismo esta apuesta por cerrar ciclos con voces que, hasta hace poco, eran símbolos de enfrentamiento y dolor.

¿Serå posible construir una paz auténtica desde las sombras del pasado? El país tiene una respuesta urgente que dar.

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