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[Norte de Antioquia en vilo: una escalada violenta que despierta viejos fantasmas]
Al filo de la noche del 20 de septiembre de 2023, el norte de Antioquia se mantiene en máxima alerta. Ráfagas de violencia, hostigamientos y amenazas volvieron a sacudir a municipios como Yarumal, Valdivia, Briceño, Amalfi y Anorí. La Policía y el Ejército enfrentan una oleada creciente de ataques, atribuida a las disidencias de las FARC, que no solo deja heridas entre uniformados, sino también un palpable temor en las comunidades.
El detonante más reciente ocurrió en Anorí, cuando un cilindro cargado de explosivos fue hallado cerca de un centro infantil en el barrio El Arenal, junto a una bandera que reivindicaba a las disidencias. Este hallazgo, lejos de ser un hecho aislado, encendió las alarmas para que las autoridades decidieran reforzar el pie de fuerza y decretar toques de queda. Según el coronel Luis Fernando Muñoz Guzmán, comandante encargado de la Policía de Antioquia, “el incremento de hostilidades dirigidas contra la fuerza pública nos obliga a reforzar dispositivos y a fortalecer labores de inteligencia”. Esta frase despeja las dudas: no es solo una cuestión de seguridad, sino una batalla por el control territorial y el orden.
Estos episodios no surgen en el vacío. Saltan como consecuencia directa de un golpe tremendo al corazón de la estructura criminal: la muerte de Jorge Iván Salazar, alias “Guillermino”, cabecilla del Frente 36 y claustrofóbico maestro en el manejo de explosivos. Fue señalado como el autor intelectual del ataque a un helicóptero antinarcóticos en Campamento en agosto, que costó la vida a 13 policías. Su caída, lejos de silenciar la violencia, provocó oleadas de retaliaciones y amenazas que ahora golpean al norte antioqueño.
Mientras las patrullas aumentan y los operativos se intensifican, la pregunta persiste en el aire: ¿podrán las autoridades frenar una violencia que se alimenta de viejas heridas, resentimientos y un conflicto que parece no tener fin? La comunidad observa, inquieta, cómo la frontera entre la calma y el caos se estrecha peligrosamente. El desafío, más que táctico, es social y político. Porque bajo ese polvo de explosivos y disparos, late la esperanza y el miedo. ¿Habrá un mañana distinto para el norte de Antioquia, o la sombra de las disidencias seguirá oscureciendo su horizonte?