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¿Nuevo ritmo en la cancha El Progreso?
El martes 24 de septiembre de 2025, Medellín volvió a latir con fuerza en el barrio Doce de Octubre. La Alcaldía entregó, en acto solemne, la renovada cancha de fútbol en grama sintética El Progreso, última pieza del ambicioso rompecabezas que conforma el Plan 282-25. Esta iniciativa, con más de $38.000 millones invertidos, busca recuperar el pulso deportivo en una ciudad que a menudo ha visto sus espacios deportivos languidecer.
La cancha El Progreso, otrora un terreno desgastado y olvidado, resurge con una inversión de $2.675 millones, inaugurando 3.312 metros cuadrados de esperanza en forma de terreno nivelado, grama sintética, cerramientos metálicos, graderías y muros renovados. A ello se suman detalles técnicos como filtros y lechos filtrantes, que prometen calidad y seguridad en cada juego. Un cambio que va más allá del césped; es una promesa viva para más de 8.100 habitantes del sector, quienes podrán disfrutar de manera gratuita espacios limpios y funcionales, administrados con esmero por el Instituto de Deportes y Recreación de Medellín (Inder). Allí, más de 2.800 personas se congregan cada mes en programas comunitarios, clubes y torneos, construyendo comunidad y cuidando sueños con cada pase.
Pero esta entrega no es un hecho aislado. Forma parte de una política profunda trazada para rescatar la infraestructura deportiva local, cuyo estado anterior desnudaba la indiferencia: de los 1.044 escenarios deportivos que integran la ciudad, 700 se recibieron en condiciones precarias. El alcalde Federico Gutiérrez recordó con un deje de urgencia que “la administración recibió 700 escenarios en mal estado”, y que hoy, junto con El Progreso, otros 176 espacios están en ejecución para, entre todos, alcanzar la meta de 282 escenarios renovados.
¿Qué significa todo esto? Más que cifras, es la recuperación de un derecho colectivo, una apuesta por el tejido social, un esfuerzo que va permeando barrios y corazones. La cancha El Progreso reaparece no solo como un sitio de juego, sino como un escenario donde vuelve a sonar la vida, el encuentro y la esperanza. ¿Podrá Medellín sostener este ritmo y evitar que sus espacios deportivos caigan nuevamente en el silencio y el abandono? El balón está en el aire.


