📸 Imagen cortesía D.R.A
Sin clases y bajo amenaza: el drama de 1.500 niños en Anorí
El miedo no es solo un sentimiento: es una barrera que desde el viernes 19 de septiembre mantiene a más de 1.500 niños sin pisar un aula en Anorí, al nordeste de Antioquia.
La aparición de hombres armados del Frente 36 de las disidencias de las Farc, que no solo izaron su bandera sino que dejaron una caneca marcada con sus símbolos cerca de varias instituciones educativas, ha trastocado la rutina de este municipio. El alcalde Gustavo Silva confirmó que son exactamente 1.573 estudiantes de escuelas y colegios públicos, más 180 pequeños de Centros de Desarrollo Infantil, quienes tuvieron que dejar atrás la presencialidad y acogerse a clases virtuales. La medida temporal, llena de incertidumbre, se extenderá al menos hasta el viernes 26 de septiembre. Y aunque se planea un retorno gradual, desde el lunes 29 la asistencia se limitará a jornadas reducidas, al menos en la primaria, para proteger la vida de quienes no pidieron este conflicto.
Este no es un episodio aislado. Anorí vive una escalada de violencia con amenazas, atentados y el ominoso hallazgo de artefactos explosivos en terrenos urbanos y rurales. Sirva de ejemplo la inquietante escena en el barrio El Arenal, a solo veinte metros de un jardín infantil, donde apareció la caneca con presuntos explosivos. Por eso no sorprende el rechazo vehemente del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Su directora, Astrid Cáceres, lanzó una advertencia clara: «Denunciamos al Frente 36 de las disidencias de las Farc, que violando el derecho internacional humanitario, ponen una bandera y una caneca con presuntos explosivos a 20 metros de un Centro de Primera Infancia». Con denuncia formal sobre la mesa, el ICBF exigió protección inmediata para los niños afectados, conscientes del daño en la atención directa a más de 200 de ellos y del temor palpable que embarga a sus familias.
La seguridad, por ahora, es una esperanza más que una garantía. Mientras la violencia se cierne cercana, la educación se resigna a ser virtual, un refugio efímero en medio de una crisis que interpela no solo a las autoridades, sino a toda la sociedad. ¿Podrán estos niños recuperar su derecho a aprender sin temor? ¿Y cuándo se restablecerá la calma para que el aula deje de ser un lugar ausente? En Anorí, la normalidad se ha vuelto una deuda urgente.